sábado, 29 de noviembre de 2014

‘No hay más remedio’

No logramos explicarnos para que utilizaron nada menos que cuatro guionistas para escribir una comedia tan simplona y tan a ratos empalagosa.
Porque, para empezar, de lo poco que dura el filme, casi media hora se les va en una lacrimógena descripción de los caracteres de los tres personajes centrales, Ángel, Fonso y Roberto, tres jubilados que andan muy de capa caída cada uno de ellos con sus motivos, pero a cual más  sentimentaloide: el Ángel anda desquiciado conversando con la esposa muerta y planeando un viaje con ella; no tiene un centavo pero ya tiene los pasajes comprados para ir a París. Fonso anda tras una hija que ignora ser su hija penando porque el marido la maltrata, y Roberto compartiendo el oxígeno con el hermano que anda muy, pero que muy mal, aunque nadie pueda explicar por qué diablos tiene él, Roberto, que usar también oxígeno: simple artificio para hacer reír con una necedad. Y el plan para robar la farmacia, no importa que sea destartalado, lo que importa es lo que sucede luego con otro, profesionales, pero que ni siquiera le quitan las armas a los viejucos.

Buen día Ramón

“Gutentag, Ramón”, es una co-producción México Alemana. Cuando se inicia, nos plantea en breves imágenes lo que es el México de hoy, que es casi el de toda Latino América: la miseria, el abuso de poder, el deseo de largarse para encontrar algo mejor, sea donde sea, y el sufrimiento tanto de quienes intentan emigrar como el de quienes se quedan.
Y ese Ramón Castro es un individuo que, pese a su juventud, ha hecho cinco intentos por llegar a EE.UU. y ha fracasado. Y todo se inicia cuando ocurre ese último donde, por lo menos tuvo la “suerte” de no morir como muchos de quienes viajaban con él.
Pero Ramón lo intenta de nuevo, solo que esta vez no va a EE.UU sino a Alemania, y ahí el asunto comienza a edulcorarse hasta convertirse en una fábula que, por desgracia para su director y guionista, Jorge Ramírez Suárez, no nos la creemos.

‘Ochos apellidos vascos’

Porque, según sabemos y sabe todo el mundo porque se han encargado eficazmente de hacerlo saber sus creadores, este filme de Emilio Martínez Lázaro se hizo el pasado año con el récord de más entradas vendidas de la historia del cine español, y eso a pesar de la tremenda crisis económica que los afecta.
Bien, pero aunque aceptemos el récord, no podemos aceptar que porque lo tenga haya que decir que esta comedia es de las diez mejores en la cinematografía universal, y ni siquiera en la española.
Incluso, hasta cierto punto, y aunque tratan de disimularlo con ciertas argucias situacionales, y aunque sean ocho los apellidos, es una comedia de fórmula como lo es la anterior exhibida y también española, “Tres bodas de más”, con la única diferencia de que, sí, en efecto, su historia es más diversa y su puesta en escena es mejor.
La historia juega con el asunto de los caracteres regionales: que el sevillano es abierto y campechano, y cuando ese Rafa decide seguirle el rastro a la chica vasca hasta su pueblo, entonces indudablemente va a chocar con los vascos que, vaya usted a saber por qué (dejando a la ETA aparte), son al parecer mucho más duros de pelar.


domingo, 23 de noviembre de 2014

“Birdman” ¡Formidable Iñárritu!

Hace unos días, conversando con Edwin y Hugo en “Cineasta radio”, y a raíz de la muerte del destacado director Mike Nichols, destacamos el detalle de que son pocos los directores de cine que pueden ufanarse de comenzar sus carreras con nada menos que cuatro películas que puedan ser calificadas de excelente hacia arriba, como ese Nichols: 1966: “Who’s afraid of Virninia Wolf?”, 1967, “The Graduate”, 1970, “Catch-22” y, para rematar el cuarteto, la formidable “Carnal knowledge”.
Pero, para que vean como son las cosas, y sin entrar en investigaciones profundas, ahora podemos citar a un director que tiene una seguidilla nada menos que de cinco, y es un mejicano: Alejandro González Iñárritu hizo su primer film en 2000, “Amores perros”, siguió con “21 gramos” en 2003, en 2006 con “Babel”, luego “Biutiful”, 2010 y ahora remata con “Birdman”.
Y esta “Birdman” tiene a mucha gente confundida desde que comenzaron a saber de ella, sobre todo desde que vieron sus avances; algunos creen que es una comedia, otros que pertenece al género fantástico, otros piensan en superhéroes y, para que vean como son las cosas, es probable que todos hayan dado en la diana.
O sea, que es de todo eso y mucho más.
Porque “Birdman” es la historia de Riggan Thomson, actor de cine en su juventud, intérprete de un superhéroe llamado así, una especie de hombre pájaro con poderes extraordinarios entre los cuales, por supuesto, está el de poder volar a gran velocidad y altura.
Pero sucede que el tiempo pasa y los años se acumulan, y un actor, por bueno que sea, no puede “ser” un superhéroe si ya está calvo, barrigón, arrugado y poco dado a ejercicios violentos. Y entonces Riggan decide invertir su dinero en la adaptación de una pieza de Raymond Carver, todo un clásico, cuyo título es “What we talk about when we talk about love”, obra a la que quiere dar un nuevo sentido teatral y dramático.


Juntos pero no tanto


A los cinco minutos de comenzar este film, “And so it goes”, título original, nos percatamos de que iba a ser una historia tan convencional como la del lobo y los tres cerditos. Oren Little es un viudo egoísta y mal educado que ofende a todo aquel que se le arrima a menos de un metro. Pero, de tan molestoso, resulta cargante y exagerado, sobre todo porque usted puede serlo con relacionados, pero no como vendedor, y si se ufana de tener tantos años de experiencia vendiendo, ¿cómo se explica entonces que cada vez que mostraba la famosa mansión de casi 7 millones a posibles clientes le molestara y ofendiera con su mordaz conducta?
Y luego su conducta con los vecinos del hostal donde vivía, peor, su conducta con la nieta, pero, se adivina de inmediato, todo ello para que, de buenas a primeras, el Oren empiece a cambiar hasta que a todos los espectadores les parezca maravilloso como amante, como abuelo, como criador de perros y hasta como coleccionista de sellos o levantador de pesas, si se les hubiera ocurrido.
Y lo mismo sucede con su contraparte, Leah, que canta por dinero en un restaurante, pero a mitad de función arranca a llorar y deja todo. Que lo haga un día, bien; pero todas las veces, vaya, quien le paga es un tarugo y un imbécil, y si la gente sigue yendo a escucharla, son peores que idiotas.

sábado, 15 de noviembre de 2014

“Dólares de arena”

Si, haciendo cine en serio, porque se hace indudable que Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán no han querido, nunca han deseado hacer espectáculo, llamar la atención con caras bonitas o curvas irresistibles, sino crear tomando la vida real como base para sus historias.
Por ejemplo, con lo que costó hacer “Interestelar” (165 millones de dólares), de tenerlos en fondo para trabajar (nunca han tenido ni una centésima parte de tal suma), ellos podrían trabajar a sus anchas y hacer una docena de obras cinematográficas con verdadero sentido de lo que es el Arte cinematográfico en su relación con el Ser Humano.
Algo que en “Dólares de arena” lo demuestran de manera contundente.
La muy madura mujer europea que interpreta (magistralmente) Geraldine Chaplin, es todo un caso, pero no una excepción. Ella escapa de su ambiente natural porque no le permite ciertas digresiones en lo que a conducta se refiere. Huye de su soledad existencial y se aferra desesperadamente a una chica campesina dominicana que, a pesar de su corta edad, ya está embarazada y si se une a la otra, que podría ser su abuela, es por pura necesidad. Usted, como espectador, puede atisbar con atención y encontrar en ella ciertos sentimientos de apego a su compañera ocasional. Pero, para la joven, la idea de vivir cómodamente, incluso en Europa como vislumbra en un futuro inmediato, no es una necesidad vital. En cambio, para la señora adinerada pero solitaria, la compañía de la joven es su tabla de salvación porque sin ella su angustia, la angustia de una soledad que no ofrece posibilidades de ser remedada es honda y desesperante. Ella sabe que si se marcha sola, sola quedará porque su soledad no se remedia con amigos o familiares; necesita quedarse en esta tierra hermosa donde puede vivir plácida y tranquila, pero si es acompañada porque esa traviesa chica que, aunque sabe que la usa para tener dinero y comodidades, le brinda lo más parecido al amor que puede tener.

“Interestelar”

Desde “Following” pasando por “Memento”, siguiendo con ”Insomnia” y “The Prestige” para rematar con la formidable “The Dark Knight” y terminar bajando el tono con “Inception”, el muy estimado Christopher Nolan nos tiene acostumbrados a la calidad, a la profundidad, a la certeza de una cinematografía vistosa y depurada que tiene sus notables descensos con la tercera parte de ese oscuro Batman que nos dejó fuera, que no pudo sujetarnos.
Y ahora, con “Interestelar”, sin que nos parezca una cinta deficiente, de todos modos no nos convence.
Porque, sobre todo al llegar al final, y a pesar de toda esa disquisición sobre la relatividad y el tiempo, sobre la gravedad y la quinta dimensión, sobre la conciencia del ser humano que le lleva en ocasiones a los más sublimes sacrificios y en otras a la más pura demostración de egoísmo, nos da la impresión de que estamos viendo algo más de lo mucho visto.
Por ejemplo, pueden contarse por docenas los filmes postapocalípticos, nuestro planeta vuelto un majarete por obra de una guerra, de la degradación de los recursos naturales, por obra de un loco, por docenas de razones, y en casi todos esos films (exceptuando la estupenda “Wally” entre otras pocas), ¿qué sucede al final? Pues que los muy benévolos y aguerridos norteamericanos nos salvan de la destrucción final.

sábado, 8 de noviembre de 2014

‘Caminando entre tumbas’

Cuando vimos el anuncio del estreno de “A walk among the tombstones” y percibimos la egregia figura del muy distinguido señor Liam Neeson haciéndonos saber que su personaje, ese Matt Sauder, es un ex policía que en su presente diegético es detective privado, le recordamos repartiendo mamporros a diestra y siniestra en algunas de sus más recientes.
Y, francamente, se nos quitaron los deseos de ver el asunto.
Sin embargo, como es cuestión de tradición, y esa tradición que nos acompaña desde hace tantos años indica que tenemos que decirles algo a algunos que nos hacen caso tanto en este periódico como en la radio (“Matutino alternativo”, “Cineasta radio”), pues nada, que no nos quedó más remedio que enfrentar los tapones rumbo al 360 a verle la cara a Liam y esperar que la nuestra no expresara en exceso el hastío.
Y, sorpresa, que resulta y viene a ser que nos gustó el asunto.
Porque este personaje, este Matt Sauder anda muy alejado del “niño maravilla” Bryan Mills (Taken, 2008, Talekn 2, 2012), capaz de destripar a cuanto mortal se le ponga por delante. En realidad, Sauder, creación del novelista Lawrence Block, es un simple mortal que purga las culpas de un pasado borrascoso como oficial de la policía, como borrachín redimido cuya mente rebosa de culpa por la muerte de una niña, que es detective privado pero como tal anda más cercano a los personajes de la novela negra que a los impolutos héroes de Hollywood, que ni siquiera tiene permiso oficial para actuar como detective, que casi sin quererlo se ve mezclado en la sangrienta ruta de dos sanguinarios secuestradores, chantajistas y asesinos y que, si bien resuelve, no es precisamente por ser un as de la pistola o de los puños.


"Tres bodas de más", en efecto: de más

De boca de su propio director, Javier Ruiz Caldera, a quien entrevistamos en “Cineasta radio” junto con Edwin, Hugo y Maracallo, escuchamos que este filme, “Tres bodas de más”, resultó ser uno de los más taquilleros del pasado año en España.
Eso nos hace pensar que, aparte de la terrible crisis económica que sufre la “madre patria”, aparte de los cinco millones sin trabajo, hay otra crisis latente en dicho país: la de buen gusto.
Porque si esta tan convencional comedita romántica fue vista por más gente que algunas películas españolas de gran valor que hemos visto durante estos últimos años, creemos que es muy deficiente el buen gusto de los españoles.
 Veamos: desde que se inicia la historieta de Ruth, chica bonita que trabaja como en un laboratorio de una universidad, que investiga sobre las langostas, pero cuya vida sentimental es un desastre porque ha sido abandonada por un trío de novios sucesivamente, cuando vemos que todos ellos, los exnovios, la invitan a sus respectivas bodas



sábado, 1 de noviembre de 2014

Yo soy la salsa

La mezcla, alternancia, paralelismo y sucesión de escenas y secuencias que van desde 1971 hasta 2014 es un estupendo trabajo de paciencia y de buenas manos.     

 “Yo soy la Salsa”, de la autoría de Manuel Villalona, con guión de Enrique Soldevila y pr
oducción de Andrés Van der Horst, es un buen trabajo cinematográfico.
Y, si les extraña que en el subtítulo diga eso de “como lo que sea”, es por la relativa incertidumbre sobre lo de “documental”.
Porque, aducen algunos, un documental es un trabajo que se hace sobre un tema determinado buscando desentrañar sus más variados aspectos, desde su origen hasta los más peculiares aspectos de su desarrollo y las conclusiones a que se ha llegado, tanto si es un tema a estudiar, como podría ser un trabajo sobre los indígenas de la isla Hispaniola, como si es otro sobre la vida de Mozart o, como es el caso que nos ocupa, la de Johnny Pacheco.
Pero resulta que, por un lado, desde el mismo instante en que se inicia este film de Villalona, el mismo Pacheco, ya todo un señor de edad provecta, o sea, en la actualidad, una actualidad que, presumimos, debe ser de principios de este año o tal vez de finales del pasado, cuando se le habla del proyecto, o sea, de este filme que tratará sobre su persona, aduce que, entre sombras y luces (no estamos citando, es pura reconstrucción de memoria mala), deberá tratarse de las luces, o sea, de la parte que se puede presentar de su vida, su vida “buena”, léase, entre otras cosas, sus resonantes éxitos en el campo de la música, de la creación de ese movimiento que dio lugar a la masificación de esos ritmos que luego recibieron el nombre genérico de “salsa” y que, como tal, ha recorrido el mundo entero.

El aprendiz

Otra vez lo mismo porque todavía se sigue exhibiendo el “show” en imágenes de Denzel Washington arreando villanos por todos lados sin dejar títere con cabeza, como ex miembro de la CIA o de cualquiera que fuera la compañía, y ahora, sin haberse secado la sangre de los despanzurrados pasados, le llueve más cuando otro retirado, Devereaux (Pierce Brosnan), es sacado de su tranquila Lausana en Suiza para destripar unas cuantas docenas más de villanos, con la pequeña diferencia de que la mayor parte de esos villanos de ahora, malos, muy malos, son también agentes de esa misma organización enfrentados al “anciano” experto capaz de darse de cabezazos hasta con un transformer último modelo.
Porque esa es la idea en ambas boberas: que nosotros los viejos somos mejores, cosa que no pondríamos en duda si de pensar se tratara, pero que, ya siendo asunto de puras cachetadas, patadas, empellones y carreras no me parece tan justo.
Pero, recuerden, estas historias no son cosa de casualidad; los de Hollywood hacen encuestas muy a menudo para conocer las preferencias y gustos de la juventud, y no hay duda alguna de que esos gustos van de la mano con la violencia, los golpes y la sangre. Y entonces, a ello se le agrega el “sex appeal” de las figuras veteranas y populares de la pantalla internacional, y esos dos ahora mencionados, Denzel Washington y Pierce Brosnan, indudablemente, tienen aún un buen caudal de admiradores.