domingo, 26 de abril de 2015

Dialogo con Armando Almánzar. “En el país se lee muy poco”

Por LUIS MARTÍN GÓMEZ
17 febrero, 2012 11:00 pm

Con su habitual desenfado, Armando Almánzar desobedeció el consejo del ministro de Cultura, José Rafael Lantigua, de que “se fuera comprando un saquito” para la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Literatura 2012 que acababa de ganar. Prefirió rescatar del armario uno de los veteranos, ese que lo ha acompañado desde hace décadas a las entrevistas, puestas en circulación de libros, retransmisiones de las ceremonias de entrega de los premios Oscar, y que de tanto disimular su endeble figura, a veces llega primero que él a los estudios de televisión o a los salones de acto.
En honor a los servicios prestados, Armando quiso que su saquito fiel viviera con él la satisfacción de recibir el pergamino y el millón de pesos del galardón a una obra llena de cuentos y películas.
El reconocimiento, que es el más prestigioso que se entrega a un escritor en República Dominicana, pudiera generarle presión creativa a otro artista, provocarle episodios de sequía, insomnio por el futuro de su reputación; pero no a Armando, quien es como es y dispara palabras como metralla.
AA Tengo muchos textos esperando turno para ser publicados.  Este año, por ejemplo,  sale la precuela del capitán Cardona, y el Ministerio de Cultura va a publicar para la feria del libro un tomo con tres de mis novelas cortas.
LMG ¿Te afecta esa ignorancia sobre tu obra literaria?

AA Profundamente, porque me doy cuenta de que en nuestro país se lee muy poco. He estado en librerías de México, Madrid y Barcelona, y he visto a las personas hacer largas colas para pagar los libros que han comprado. Es decir, que allí se compra y se lee libros, aun a pesar de la crisis económica. En cambio aquí, periodistas, gente del medio y hasta intelectuales, no saben que soy escritor y se sorprenden cuando se enteran.

sábado, 25 de abril de 2015

‘Refugiado’: nuestro mejor cine

Y cuando decimos eso, “nuestro mejor cine”, nos referimos a lo que se hace en América Latina, sobre todo en contraposición a esa tan continua invasión de ese Hollywood que, si bien nos ha brindado docenas de obras maestras, también, y muy principalmente en estos últimos años, nos arropa con docenas y docenas de necedades en todos los géneros habidos y por haber.
Diego Lerman, argentino, no necesita lo que es tan común en el cine norteño: figuras famosas que ganan sumas fabulosas por hacer carantoñas, maravillosos efectos especiales para embobarnos, escenografías que van de un extremo al otro del mundo y decenas, centenares de intérpretes que inundan la pantalla embarullando las historias normalmente hueras que rellenan.
No, Lerman no precisa de nada de eso, apenas una madre abusada y embarazada, y su hijo de pocos años. Con ellos, y con unos cuantos actores y actrices, nos dibuja con certeza y contundencia lo que significa en casi todo el mundo la violencia familiar, el desamparo de la mujer que tiene que hacer hasta lo imposible para poder  escapar a ese abuso continuado, incluso (y no tienen más que leer la prensa diaria para comprobarlo en nuestro propio país, donde tenemos un porcentaje mucho mayor de asesinatos de mujeres por sus parejas que naciones que nos decuplican en número de habitantes) la muerte.
Nosotros hemos visto  mucho cine de todos los tipos y colores. Pero, sobre este tema en particular, esta es una de las más certeras en su exposición y eso, sin tener que recurrir a la exposición de esa violencia, apenas con lo más significativo: el miedo, el terror que se dibuja en el rostro de esa Laura, sus trémulas palabras cuando llega a un hotel: “Que nadie se entere de que estamos aquí”.

'Matar a un hombre' ¡Sorprendente!

Esto de “sorprendente” en este caso en particular va por partida doble. Primero, porque escribimos de dos estupendas películas y ambas son latinoamericanas, la primera, argentina, la que ahora enfocamos, chilena.
Pero también es sorprendente este filme porque el muy particular enfoque que le ha conferido su director, Alejandro Fernández Almendras, a su puesta en escena.
Porque contar una historia es una cosa, saber contarla es otra muy diferente. Y nosotros, que hemos visto docenas, centenares de peliculitas de terror con enorme surtido de monstruos, asesinos, esbirros, tipos feos, bichos raros y toda suerte de inventos para asustar, impresionar, paralizar, dejar estupefacto al espectador, hacerle brincar, taparse los ojos, salirse de la sala, etc., como ya hace añales que nada de eso nos afecta y mucho menos nos entusiasma, nos sorprendió al sentirnos impresionados viendo apenas unos cuantos minutos de “Matar a un hombre”.

sábado, 18 de abril de 2015

El intermediario: no… ¡pero otra vez!

Desde hace ya muchos años estamos enterados (porque no es un secreto, no porque tengamos acceso a pormenores ocultos) de que las grandes compañías productoras de cine hacen, de cuando en vez, encuestas entre la gente común y corriente para conocer los gustos, las nuevas tendencias sobre los jóvenes en USA. Y esas encuestas las hacen con ellos porque son los que llenan las salas de cine, son sus clientes favoritos y para ellos, en términos generales, producen.
Y todo parece indicar que los héroes de carne y hueso, pero que rozan lo increíble a pesar de ello en sus maravillosas hazañas, son de la preferencia de esos chicos y, para que vean cómo se cocinan las cosas en Hollywood, esos héroes los prefieren interpretados por sus intérpretes veteranos, no por jóvenes actores buenos mozos y fortachones.
Eso explicaría, entonces, toda esa sarta de películas interpretadas por ídolos y no tan ídolos que pasan de los 50 años y que, gracias a la “magia” portentosa de los dobles y de los trucos de cámara y las nuevas técnicas para la creación de efectos especiales inunda nuestras pantallas, que son las mismas de todo el mundo, porque, en materia de distribución, para ese tipo de producto enlatado (no para el mejor cine latinoamericano, no para el mejor cine europeo, asiático o africano y el mismo norteamericano) somos tan abundosos como Chicago, Barcelona, Tokio, Buenos Aires o Londres.
Es esa la muy simple razón por la cual nos invaden Liam Neeson, Denzell Washington, todavía Bruce Willis y otros, a los que se agrega ahora un actor de estirpe que decidió, todo parece indicar, ganarse unos suculentos millones haciendo lo mismo que los ya mencionados.
Las características de estos personajes son las mismas: antes, o sea, cuando eran jóvenes (o no tanto), eran agentes policiales, miembros de la CIA o el FBI, asesinos a sueldo de la mafia en algunos de sus ramales, están retirados, ahora son ciudadanos normales y comunes que hacen una vida rutinaria o, por lo menos, que no andan en malos pasos, quieren vivir tranquilos pero, qué barbaridad, cómo es la Humanidad de perversa, no pueden hacerlo, no les dejan ser buenos y entonces, como es natural, tienen que recurrir, para vengarse de los otros más malos que ellos o por Arte de birbiriloque, a sus algo ajadas destrezas de juventud y con ello, como es “natural”, barren con media humanidad villana en menos de dos horas.


http://www.listindiario.com/entretenimiento/2015/4/17/363899/El-intermediario-no-pero-otra-vez

‘Héroe del centro comercial 2’

Los maravillosos directores y guionistas de nuestro muy amadísimo país se quejan, algunos, que no todos, de que los críticos de cine de igualmente nuestro amadísimo país les cargan las tintas.
Pues, para que vean, no deberían quejarse.
Porque no son sólo ellos los vilipendiados (¿?), no, ellos no son más que una pequeña parte de un muy amplio conjunto de destripaterrones que inunda el mundo entero, encabezados, claro, no por ellos, los del patio, sino por los maravillosos y siempre bien masajeados yanquis de Hollywood.
Por ejemplo, ¿creen ustedes, también amadísimos lectores del mismo patio, que una necedad como “P’al campamento” es peor acaso que esta burrada que lleva por título “Héroe del centro comercial 2”?
Pues miren que no, que nos quedamos (aunque haciendo muecas y tapándonos las narices) con nuestro disparate nacional.
¿Y cuál es, entonces, la diferencia entre una cosa y la otra?  Simple y sencillamente, que la del patio nuestro debe haber costado unos cuantas docenas de millones de pesos, en tanto la bazofia yanqui debe haber costado unas cuantas docenas de millones... de dólares. No hay otras diferencias notables, como no sea que la fuereña es hablada en inglés, porque tan mal actúan los chicos nuestros como ese notabilísimo ejemplo de ignominia escénica que es el gordo Kevin James y sus “partners”, jóvenes y veteranos.

sábado, 11 de abril de 2015

‘Ojos grandes’, bien hecha, interesante

Si fuera posible, podríamos hacer una prueba: que un cinéfilo cualquiera entrara a ver este filme sin saber nada sobre sus detalles de realización, que no viera los créditos iniciales y empezara a ver la historia hasta el final, y entonces, la pregunta: ¿quién cree usted que es el director de esta película?
Usted, que ya sí la ha visto, que está enterado, ¿cree posible que el cinéfilo de la prueba pudiera acertar diciendo es de la autoría de Tim Burton?
Mucho lo dudamos porque, si piensa en la filmografía de este tan peculiar director, si recuerda detalles de “Mars Attack”, de “Edward Scissordhands” y otras obras de este señor, no podrá compararlas ni de lejos ni de cerca con las de “Big eyes”.

http://www.listindiario.com/entretenimiento/2015/4/10/363017/Ojos-grandes-bien-hecha-interesante

viernes, 3 de abril de 2015

“Siempre Alice” Hermosa y conmovedora

                                                                       
            “Still Alice”, el filme hecho en colaboración, guión y dirección, por Richard Glatzer y Wash Westmoreland, no es la biografía fiel de una mujer llamada Alice Howland ni de ninguna otra. En verdad, se trata de una historia escrita, una novela de Lisa Genova.
O sea, lo que queremos decir es que se trata de ficción, la del cine, sobre la ficción de la novela.
Pero eso no significa, en modo alguno, que resulte en desmérito de la película. Nos da la impresión de que, necesariamente, la Genova pudo experimentar en carne propia los sufrimientos de alguna persona de su propia familia, tal vez su madre, para poder llevar a las palabras una cantidad de muy sutiles detalles acerca de lo que experimenta una persona que sufre un agresivo proceso de Alzheimer, como el que vemos en el film en la persona de Alice.
Toda la historia se inicia con esos pequeños detalles que podemos captar en Alice, detalles que, en principio, no nos percatamos de su significado, hasta que, ella percatándose de lo que sucede y se incrementa, como nosotros como espectadores, indaga con un especialista, un neurólogo.
Hasta que conoce la terrible verdad.
Y lo peor del caso es que esa Alice no es una mujer cualquiera: es renombrada profesora de lingüística, conferencista, muy distinguida en su profesión, y por esa razón su angustia es mayor, angustia a la que se añade un sentimiento de culpabilidad porque ese proceso que sufre es hereditario, o sea, que sus hijos pueden sufrirlo tal y como ella.
La película, como tal, puede que no la consideremos como excelente, pero sí es muy digna de verse porque el trabajo de sus creadores es muy bueno, porque, siendo una puesta en escena escueta, sin exageraciones de tipo alguno, desprovista de lamentaciones inútiles, aún así logra meternos en la piel de esa Alice y sentir junto a ella el enorme dolor en que es sumida una persona que experimenta un deterioro progresivo que no se puede revertir de manera alguna y que, saliendo la persona que lo vive y sufre de sus lagunas de olvido, siente con enorme intensidad el dolor de saber que se va a perder, en un momento dado inevitable, en el más absoluto olvido. Como muy bien expresa Alice en un momento de lucidez: “Preferiría tener una cáncer”, porque el cáncer mata, pero no te convierte durante años en un inútil.
Y si la película es muy buena, lo es más, muy posiblemente, por la actuación, en especial, de Julianne Moore, exquisita en todo instante durante esos 101 minutos que recaen sobre ella, expresiva, intensa, magistral. Junto a ella, Alec Baldwin, como su esposo, John Howland, y lo mismo todos los que interpretan a sus hijos y esposas, están estupendos. Pero ella, Julianne Moore, es mejor que la misma película.
Hagan por verla, bien vale la pena en un necio momento de rapideces y furiosidades inútiles.
Siempre Alice (Still Alice) Dirección y Guión: Richard Glatzer y Wash Westmoreland; Fotografía: Denis Lenoir; Musucalización: Ilan Eskeri; Intérpretes: Julianne Moore, Kate Bosworth, Hunter Parrish, Alec Baldwin, Kristin Stewart.
Clasificación: Puesta en escena: 3; Dirección: 3; Guión: 4; Actuación: 4; Sonido: 3