sábado, 14 de mayo de 2016

“Juventud”: Sorrentino… ¡Maestro!

Cuando usted observa la toma de una mano que pende de un hombre sentado, y esa mano estruja la envoltura de un caramelo, a lo mejor se le ocurre que el director del filme está perdiendo el tiempo o, precisamente, haciendo tomas a manera de relleno.
Pero, si ese director se llama Paolo Sorrentino, entonces la cosa cambia: Fred Ballinger, su personaje tiene tics, tics de hombre viejo que ha dejado mucho en el camino, y esa mano nos revela, precisamente, con sus venas abultadas, la cantidad de manchitas oscuras que las circundan que es la mano de un anciano, tal vez de un anciano que no tiene nada importante que hacer.
Porque ese Fred Ballinger es un hombre cualquiera, es un compositor y director de orquesta sinfónica de gran reputación.
Pero está retirado, y no solamente retirado de su oficio por falta de capacidad, sino, hasta cierto punto, de la vida como algo precioso, como algo para sentirla y disfrutarla creando, trabajando en lo que uno prefiere, en lo que uno es bueno. Porque la vida no es para pasarla descansando por tener una edad avanzada, sino para continuar en la intensa búsqueda de emociones, de nuevas preocupaciones, de otras soluciones.
Las conversaciones de Ballinger con su amigo de décadas, Mick Boyle, veterano director de cine ahora en decadencia, nos muestran el profundo dolor en el que viven inmersos, y ese dolor, esa agonía, es el reflejo de lo mucho que han ido dejando en su largo trajinar por la vida: han olvidado tanto de su pasado que se les olvida vivir su presente.
Sorrentino, Paolo, el formidable creador de “La grande belleza”, desde que se inicia el filme nos va mostrando las dos caras de la vida: la juventud, en la persona del joven actor Jimmy Tree (otra vez formidable Paul Dano) y sus tribulaciones superficiales por los personajes que interpreta, la chica masajista, que no necesita hablar, simplemente vive y resplandece en sus gráciles movimientos, y otros personajes no tan diferenciados pero igualmente plasmados a perfección, como el gordo, el emisario de la reina, Lena, la angustiada hija de Fred, su esposo que tuerce hacia otra mujer más joven, esa misma alocada joven cantante, el monje que supuestamente levita y, para poner punto final a ese desfile de caracteres, Brenda Morel, la avejentada actriz que rechaza el rol principal que le ofrece Mick y le canta las cuarenta, lo destruye, con lo cual, es muy posible, consiga que el desesperanzado Fred, ante la imagen perdida en el tiempo de su esposa, vuelva a la vida.


“Enemigo invisible”

Para nosotros este film ha resultado toda una sorpresa sobre todo porque no esperábamos un trabajo tan firme y preciso y elegante de un director como ese Gavin Hood cuyo historial no es cosa de espanto, pero tampoco de aplausos.
El planteamiento es, espacialmente, sencillo: un reducido sector en un barrio de Nairobi, Kenya, y los centros de mando y acción militares de Inglaterra y USA, limitados a una habitación para manejar las operaciones, para llevar a cabo esas operaciones, y otras salas donde se reúnen quienes toman las determinaciones de lo que se ha de hacer, con leves apartados a otros aún superiores.
Y la idea es el seguimiento que se da, primero, a líderes claves de Al Qaeda en Kenya (nación amiga de USA e Inglaterra), y a otros que se trasladan desde USA e Inglaterra para reunirse con ellos, planificar actos de terrorismo y ejecutarlos.
Se nos olvidaba un escenario de vital importancia: la nave que sobrevuela el sector barrial y que enfoca hasta los mínimos resquicios de ese lugar, y lo que no puede ver lo hacen entonces contra insurgentes del lugar con artilugios formidables como la avecilla y el moscardón.

sábado, 7 de mayo de 2016

“Nana”

“Nana”, sí, “Nana”, una palabrita, un nombre cualquiera, pero con una gran significación. “Nana”, insistimos, una sorpresa, pero no solamente porque sea una buena película, un muy buen documental, sino por lo que envuelve ese preciso detalle: “Nana” es un documental.
Y, por si acaso ustedes, lectores veteranos de esta columna o estupefactos debutantes; lo que sucede es que, en un país donde prácticamente casi todo aquel que toma una cámara del tipo que sea, llama a dos amigos y dice: “Vamos a hacer una película”, y, más aún, casi todos aquellos que también toman una cámara pero que, además, cuentan con un formidable equipo humano o un elenco impresionante de intérpretes, casi todos ellos lo hacen pensando en que van a invertir 100 y se van a forrar ganando 100,000.
Y el reverso de la moneda es, precisamente, ese o esa o esos seres extraños que toman una cámara y dicen: “Vamos a hacer un documental”.
Reverso porque, quien ese acomete, tiene que estar consciente de que va a invertir poco o mucho y no va a ganar nada o casi nada.
Porque en nuestro país mercurial cinematográfico quienes hacen documentales, al igual que quienes hacen cortos, repetimos, lo hacen a sabiendas de que no están haciendo negocio.
Y se hace evidente, entonces, que esa chica a quien no tenemos el gusto de conocer, Tatiana Fernández Geara, rodó 71 minutos (debe haber rodado muchísimo más, pero el filme tiene eso: 71 minutos), rodó en barrios de Santo Domingo, en campos y pueblos de nuestro país, en Estados Unidos, se gastó un dinero que ganó en el muy útil concurso de la DGCIne, Fomprocine, puso lo más seguro algo de su propio peculio, trabajó, afanó, manejó la cámara, coescribió el guion, lo dirigió todo, a sabiendas, repetimos, de que no iba a ganar dinero con todo ello.
Pero a sabiendas, también, de que estaba haciendo algo porque se sabe capacitada para ello, porque estaba haciendo algo porque ese algo le gusta, le llena, le satisface, que es lo contrario de lo otro, que se hace con los ojos puestos en el presupuesto y con muy poco en la cabeza para hacer el trabajo y mucho menos en el corazón.
“Nana” nos habla en imágenes hermosas, pero también incisivas y reveladoras, de eso que es la vida de miles de dominicanas, mujeres que en ocasiones empiezan desde muy jóvenes a trabajar como niñeras en casas acomodadas de la ciudad, cualquiera que sea, y que, para poderlo hacer, para poder dar su cariño a los niños de otros, tienen por fuerza que dejar a los suyos en manos de abuelas, de hermanas, de primas o de quien sea. Y eso nos revela no solamente ese detalle, sino otro muy importante: que la mujer pobre en nuestro país empieza a tener hijos desde niña; que no recibe instrucción alguna para protegerse, para evitar los hijos; que no tienen la manera de dilucidar lo que es un matrimonio por amor; que son muy pronto abandonadas, la mayoría de ellas, por esos “maridos de ocasión” que no quieren más que pasar un rato disfrutando de carne fresca y, todavía, más que no hay un sistema que las ayude y proteja cuando quedan solas y con hijos.

“La Asesina” Interesante y diferente

Porque el asunto es que usted va a ver una película china, de Taiwan, que lleva por título “La asesina” (The Assasin), y se imagina que pasará casi dos horas abrumado a golpes de karate, muertos por espada, degollados por cuchillo, etc.
Pues resulta que no, que esta historia, que se desarrolla en la China continental aún en formación como ente geográfico o político en el siglo VIII, sí cuenta sobre una asesina, pero el giro que da la historia la torna diferente.
Diferente y algo más interesante, porque, para serles francos, estamos hasta la coronilla de patadas y espadachines.
Bien, la tal “asesina” es la secuaz de la mandamás en el imperio, que se las tiene jurada a los jefecitos de una de las tantas enormes provincias que forman el tal imperio, provincias que, como es sabido por la historia real de China durante sus primeros siglos, al ser dicha nación de tan extensísimo territorio, pues las órdenes y directrices de la sede central a veces tardaban en llegar o no llegaban nunca o se hacían los destinatarios que no llegaban. Por eso la jefa envía a Tian Ji’an a despachar al jefe local, a sabiendas de que la chica, joven y bonita, era además más que experta en eso de enviar bultos al cementerio.

martes, 3 de mayo de 2016

XIII Muestra Internacional de Cine (3)

“Victoria”

A primera vista, “Victoria”, del alemán Sebastian Schipper, es un “thriller” ligero y no muy complicado. Pero, piénselo y encontrará detalles que lo elevan de categoría: el grupo de gamberros alemanes que comparte la madrugada con la chica española exiliada que espera para hacer su trabajo en una cafetería, el afán de sentirse una con los demás de ella que la hace unirse a ellos en una aventura que puede (y habrá de ser) trágica, y los mismos detalles que complementan esta historia: los chicos son una banda de ineptos que son manejados a su vez por reales rufianes, de manera que todos, la chica inocente incluida, van a quedar enredados como moscas en una superficie pegajosa en el duro resultado final.

Pero, además, Schipper hace algo muy poco frecuente en el cine: toda la acción de este filme, que por cierto posee multitud de detalles y pormenores en su puesta en escena, ha sido rodada en un largo, inusitado plano secuencia, y eso es una proeza que se aúna a la interesante historia.

“Somos jóvenes, somos fuertes”
Esta cinta alemana, a pesar de ser del 2014, nos ofrece un tema que ahora es de primera plana: la discriminación racial o étnica.
Porque nos refiere un caso real ocurrido en esa nación cuando grupos enardecidos y enloquecidos por la furia contra aquellos que no son “sus iguales”, cargaron contra un edificio ocupado por emigrantes, hombres, mujeres y niños.
Bien realizada por Burhan Qurbani, nos somete a la prueba de sentirnos inmersos en la vorágine del odio racial, sumergiéndonos en el seno de aquellos grupos cuyo odio rezuma en todas sus actitudes y acciones.
Muy interesante.


“Riviera francesa”

El veterano director francés Andre Techine nos cuenta algo ocurrido en Francia muchos años antes. Pero cuya resolución vino a suceder en esta década.
Es el caso de una chica divorciada, hija de la propietaria de un casino en la Riviera francesa, que es engatusada por un habilidoso abogado que trabajaba para su madre.
Este caso judicial por momentos, ya en su parte final, resulta atractivo y sugestivo, nos deja además con un palmo de narices porque, se lo aseguramos, ningún espectador podrá llegar a una conclusión firme sobre el caso que se investiga y solamente al final es cuando, al fin, podemos tener un dato para confirmar nuestras sospechas.
No es una gran película, pero no deja de resultar interesante y, además, tiene a esa Catherine Deneuve que siempre ha sido una de nuestras favoritas durante décadas.
Bien, esperamos que esta recomendaciones puedan servirles de algo.

XVIII Muestra Internacional de Cine (2)

La Muestra, como es normal y costumbre, marcha hacia su final con gran éxito de público que, como siempre, se afana por averiguar cuáles de tantas poseen mayor calidad. Pues, para ayudarles algo, ahí le ofrecemos algunas opiniones breves pero precisas sobre algunas de ellas.
“Dheepan”

La obra del director francés Jacques Audiard es una historia cruda pero intensa y apasionante sobre refugiados políticos, en el presente caso, de ese Dheepan que es un exmilitar de Sri Lanka que, muerta su familia, renuncia a todo y se “fabrica” una nueva familia: una mujer joven desamparada y a una niña huérfana, obtiene pasaportes para los tres cual si fuera un matrimonio normal y corriente, y van a dar un barrio de una ciudad francesa.
Tal vez ahora imaginen que, ante cambio tan grande, su felicidad estaba garantizada; pero la vida no es tan sencilla: ellos han ido a parar a un barrio dominado por una mafia del negocio de las drogas.
Muy, muy bien hecha, con actuaciones señeras, es una de nuestras favoritas.

“El hijo de Saúl”
Sí, lo sabemos, puede decirse que volvemos a lo mismo, a un filme que puede tener un propósito ya muy usado y resobado: manipularnos para que sintamos pena por los “pobrecitos judíos” que tan mal lo pasaron cuando el famoso Holocausto.
Pues sí, ahí está, ahí tienen esa historia de un simple judío, Saúl, que lucha hasta lo último por darle un entierro apropiado a un niño que, lo más seguro, no era tal, o sea, que en este caso puede decirse que vive algo así como una “transferencia emocional” y quiere expiar su dolor haciendo algo por otra persona, en este caso por ese niño víctima de la cámara de gas que no acaba de morir para que él, Saúl, sea testigo de lo que le sucede.
Sí, todo eso está muy bien.
Pero, como somos gente de cine, nos es en absoluto imposible no advertir la enorme destreza empleada por su director, Laszlo Nemes, en su puesta en escena, y como hace evidente, como en otras muy pocas, de la manera como contribuyeron en aquel infame episodio una buena cantidad de judíos buscando cómo sobrevivir.
Excelente.


“La Ciénaga”

Aunque es evidente que su director, el colombiano Manolo Cruz, debe mucho de su historia a “Mar adentro”, la estupenda cinta de Alejandro Amenábar, aun así nos ha gustado mucho su filme porque, aparte de darle un sesgo diferente en multitud de detalles, posee además una de las mejores actuaciones femeninas principales que hemos visto no sólo en la Muestra sino en mucho tiempo.
Si ambos personajes estaban postrados por enfermedad, los detalles de la historia que ofrece Cruz le confieren vida, frescura a su película: la imagen de la madre que lucha con todo su amor y sacrifica su vida por el hijo, la de la amiga que quiere ayudar pero que perjudica hasta cierto punto al postrado, las mismas características psicológicas del enfermo son más que suficientes para no admitir imitación o copia, aparte de lo bien dirigida que está la muy sentida historia.