Tras la partida de Armando el pasado 12 de julio han sido muchas las personas que han escrito sobre él. En unos textos lo describen como un mentor, en otros como un icono y en este, Angélica Noboa Pagán, lo ha elegido como su héroe.
"In media res, eres
adolescente y son los años setenta. Tu conflicto, como el de todo aquel que
crece, ensayar personalidades, hasta elegir la tuya. Tu escena, la
engañosamente apacible ciudad de Santo Domingo, una pequeña urbe remota
separada como la ciudad prohibida de “El Último Emperador”, por unos elevados
muros llamados, la sustitución de importaciones, la represión, el
subdesarrollo, la condición de isla. Antagoniza contigo una crisis petrolera
internacional y otra política e interna de un modelo político que sepulta
cualquier pretensión de transformación. Tu saga, vencer el lento transcurrir de
puestas del Sol de ese ambiente monótono.
"Todavía estás en el primer acto, pero
hace rato has elegido a Armando como tu héroe. Te lleva de la mano cada noche,
por la tradición cinematográfica de la era de oro del cine, que transcurrió
antes de que tu nacieras, en el horario de la quietud de la noche que llamó
“Cine para Desvelados”. En el desayuno mirarías con otros ojos a tu mamá; ya
comprendiste que antes de serlo, su corazón fue adolescente como el tuyo y
palpitó por Montgomery Clift. Robert Mitchum o James Dean. A tu padre le veías,
y te preguntarías que habrá tenido en común con el movilizado joven rural, que
Henry Fonda interpreta en “Las Viñas de la Ira”, cuando vino a vivir del Sur
Profundo a buscar oportunidad en Ciudad Trujillo. Y a esos primos grandes que
ya eran adolescentes en los años sesenta, que recuerdas desde el caleidoscopio
multiforme del jardín de la infancia, le preguntarías si fue real “La Fiesta
Inolvidable”, de esa divertida psicodelia.