Desde que hace mucho viéramos “Rushmore”, de Wes Anderson, caímos en
cuenta en que este señor director no se andaba por las ramas, que sus
historias no eran plato de segunda mesa, que cuando elige una, la que
sea, es porque le tienta, le llega muy hondo, y esa es la razón por la
cual podemos afirmar que es único, no queriendo decir con ello que es
mejor que todos los demás, sino que nadie lleva adelante asuntos tan
originales, tan diferentes, tan exóticos a ratos.
Ahora, por
ejemplo, conforma un reparto extenso repleto de nombres formidables (no
bellezas, no buenos mozos: actrices y actores en roles a ratos muy
breves: se comprende que todos quieren trabajar a sus órdenes, como
sucede con Woody), y nos presenta a un escritor que cuenta lo que a su
vez le cuenta un anciano de nombre Moustafa, propietario de un lujoso
hotel en decadencia, de cómo él, Moustafa, llegó a ser el dueño de
aquella esplendidez que se acerca a su inevitable final, hundido por la
modernidad.
Y, amigos, la historia de ese Moustafa que no era más
que un botones del hotel entonces de moda por su lujo y comodidad, es
una fantasía trepidante que nos lleva a través de un mundo que parece
construido, a ratos, más de sueños que de realidades.
http://listindiario.com.do/entretenimiento/2014/5/16/322229/El-Gran-Hotel-Budapest
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