sábado, 23 de abril de 2016

XVIII Muestra Internacional de cine de Santo Domingo

Si vio usted la excelente película “Spotlight” sobre el problema de la pedofilia entre los sacerdotes católicos, de inmediato lo relacionará con este film del chileno Pablo Larraín, “El Club”. Pero, si dejamos de lado el tema central y observamos cada obra en su estructura y en su muy particular enfoque, también tendrá que convenir en que ambas son por completo diferentes y, más, que el filme de Hollywood tiende a llamar más la atención sobre el tema enfatizando en el escándalo internacional, porque eso le conviene desde el punto de vista de la taquilla.
Pablo Larraín no anda por esos predios. Su cinta es intimista, cerrada, oscura en sus revelaciones, pero aún más chocante que la norteamericana porque su enfoque es directo, porque nos muestra de manera frontal eso que está sucediendo haciéndonos comprender lo mismo que la otra: que estamos ante una institución de nivel mundial cuyas ramificaciones están podridas y amenazan con pudrir todo lo que se le acerque, muy en especial los más indefensos: los niños.
Intimista el filme de Larraín porque nos introduce en una simple casa en un lugar extraviado de la geografía chilena, porque nos da a conocer a esos que viven en ella y que no están porque les guste sino porque han sido enviados allá para apartarles de la sociedad. Varios sacerdotes pedófilos, corrompidos hasta los tuétanos viven allí, cómodamente, atendidos por una monja.
¿Es acaso eso que viven un castigo?

“45 años”, otra formidable y muy diferente

Diferente porque pasamos de ese duro y certero cine de denuncia de un chileno a la hermosa, sutil sofisticación de un tema íntimo que discurre, prácticamente, en apenas dos personas. Kate y Geoff Mercer constituyen una pareja de ancianos que viven en una casa, más bien una pequeña finca cercana a la costa en Norfolk, Inglaterra.
Se preparan para celebrar, junto a sus amigos, los 45 años de su feliz unión matrimonial, 45 años que, al escucharles hablar sobre su vida, apreciamos han sido felices.
Pero, se hace evidente, no hay felicidad completa.
En un instante, una vieja y descolorida foto irrumpe en aquel remanso de feliz tranquilidad, una foto de una chica relacionada con Georff y que fuera su amante tanto tiempo antes.
¿Qué tan importante puede ser un recuerdo que parecía olvidado como para que se interponga en la vida de una pareja que vive tranquila y serenamente sus últimos años?

“Jack”, una odisea en pequeño

Cierto: tal vez hubiera preferido que este filme del germano Edward Berger se hubiera ahorrado unos cuantos minutos pero, de todos modos, aunque al llegar a su etapa final ya estaba un tanto cansado de las tantas vueltas y revueltas de los niños, Jack, 9 años, y Manuel, 5 años, nos parece que el final final de toda aquella ordalía infantil salva con su campana la historia.
Porque los melodramas normalmente resultan un tanto cansones por desvaimiento gradual, y lo que sucede a estos dos chiquillos cuya madre, joven y bonita, es toda una desaprensiva a la que apenas le importan sus hijos cuando los tiene en la nariz y, desde que sale de la casa se le olvida hasta el color de sus cabellos dejándolos al pairo como mala marinera que es.
Por esa razón los 103 minutos de los chiquillos corriendo por toda la ciudad y, durante los últimos 30, tratando desesperadamente de localizarla.
Por esa razón la toma de conciencia del pobrecillo Jack, que nos hizo respirar al final y no salir de Fine Arts bufando. Y además, ellos son lo mejor como intérpretes.

sábado, 16 de abril de 2016

“Pawn Sacrifice”: interesante y bien actuada

“Pawn sacrifice” no es una película de terror con sacrificios, no. Por si acaso no ha visto usted los avances del filme (como no los habíamos visto nosotros), en realidad cuenta una buena parte de la vida de Bobby Fischer, y ese señor Fischer, si todavía no han dado con el señor, llegó a alcanzar una enorme popularidad en el mundo entero en especial durante los años 70 del pasado siglo por algo muy especial: era un genio jugando ajedrez.
Unos cuantos detalles para que puedan apreciar lo que nos cuenta ese excelente director que es Edward Zwick (Glory) basándose en el guión de Steven Knight, quien a su vez lo escribe tomando los datos esenciales del libro que escribiera él mismo junto a Stephen Rivele y Christopher Wlkinson.
Para empezar, en su niñez, Fischer ya ofrecía síntomas ligeros de la fuerte paranoia que alcanzó niveles de locura más adelante. Su familia, formada por judíos llegados a USA desde la Unión Soviética, era, en ese 1951 cuando empieza la historia, vigilada por el FBI porque simpatizaban con el comunismo, o sea, que el niño Bobby estaba siempre ojo avizor ante extrañas presencias frente a su hogar. De todos modos, ya desde niño comenzó a jugar ajedrez y a demostrar gran capacidad en el manejo del llamado junto ciencia. Pero, recuerden que el ajedrez es un juego que precisa de enorme concentración, de estudio profundo de los miles y miles de gambitos o combinaciones que pueden emplearse en un juego normal, con lo cual podrán imaginar las que puede y debe usar un Maestro o un Gran Maestro Internacional. Ello implica entonces, como podrán imaginar, que quien se dedique profesionalmente a jugarlo tenga, por fuerza, que convertirse en un ser humano aislado del resto de los mortales.

“Love, Rosie” Rosie, Rosita, tan rosadita

Bien, es una historia romántica. Sentimental, y nosotros, al chequear su fiche técnica y descubrir que fue hecha por ingleses y alemanes, pensamos que podía ser algo hasta más que interesante.
Pero, vaya, nos equivocamos media a medio.
Porque, vaya (otra vez), tiene uno que pasarse una hora y nada menos que 42 minutos viendo a Rosie desde que era una niñita de paños y manteles con Alex, que van creciendo y sigan igual de amartelados, que usted, señor espectador, está a la espera de un guiño para que la parejita quede como los del Paraíso, o sea, en los puros cueros, y ya.
Pero no, todo era un cariño tan filial que casi da asco, y cada uno por su lado hasta que a Rosie se le atasca un preservativo y sale en estado en tanto el amante de ocasión huye por la izquierda, y ahí tenemos a Rosie consolada por su maravilloso padre criando a la hijita linda como un sol, como debe ser en una historia como esta.

sábado, 9 de abril de 2016

“Avenida Cloverfield 10”

Sorpresa porque en este filme el único conocido, leyendo los créditos, es John Goodman, porque a su director y co-guionista, Dan Trachtenberg, jamás lo habíamos oído mencionar. Pero, para que vean, desde el mismo instante en que se inicia la historia, sentimos, intuimos, que era algo diferente eso que veíamos.
Michelle, con expresión y mezcla de disgusto y desesperanza, recoge a toda prisa su ropa, sale y emprende una carrera en su auto. Suena su móvil y ella ve que es Ben quien llama. Titubea, pero luego contesta y él intenta disuadirla de irse, argumenta que un pleito lo tiene cualquiera, que la ama, etc., pero ella cierra el celular y continúa su marcha sin responder. Transcurrido un rato, en la soledad de la vía nocturna, sufre un fuerte accidente y, cuando despierta, está en una habitación sin muebles, encerrada, tiene un suero puesto; pero también está encadenada a la pared.
Luego aparece Howard, quien le dice que no puede marcharse porque están bajo ataque de seres del espacio que han invadido, que nadie puede salir porque el aire está contaminado. Ella no cree y se resiste; casi inmediatamente aparece Emmett, quien le informa que tiene dos días allí, que sabía del “bunker” de Howard y llegó malherido para refugiarse allí de la invasión extraterrestre Hasta ahí podemos contarles algo congruente; porque, a decir verdad, esta historia no es cosa común, ni tan sencilla como aparenta a primera vista. Este guión escrito de Mathew Stuecken, Damian Chazelle y el mismo Trachtenberg experimenta unos extraños giros, que a nosotros, tan acostumbrados a especies extrañas en el cine, nos tomaron por sorpresa. Desde ahora, le retamos a ustedes, aficionados al cine, a pensar una o varias maneras para continuar hasta el final, basados en el planteamiento mostrado.

“El escape del siglo”

Tal vez algunos de ustedes, siempre y cuando tengan sus buenos años viendo cine, recordarán a un gran actor que nos sacudió durante décadas en formidables películas. Ese actor se llamaba Robert De Niro.
No, no se ha muerto De Niro. En realidad quien se murió fue el gran actor y le sobrevive su sombra, ese que tiene que pagar las cuentas y por eso acepta personajes anodinos que no le dan oportunidad para lucir su vieja capacidad, y que, por la misma razón, aparece en películas con guiones endebles. Como la presente.
De la historia
Una bobería sobre el tipo buenote que tiene una hijita grave que precisa una operación, y esa operación cuesta muchísimo dinero que él, Vaughan, no tiene. Y entonces el buenote de Vaughan, que trabaja en un casino por donde pasan todas las noches millones y millones, se los pide prestados a El Papa, el dueño del casino que interpreta De Niro y, ¿qué piensan? Se lo niega y le manda al diablo, y hasta golpes le dan, por lo cual el dolido, que ya ha recibido una propuesta de robo la noche anterior que rechazó porque, claro, él es buenote, entonces busca al ofertante y, ¡fuás!, a robar millones, que robarse un casino es (en este caso) como quitarle una paleta a un niñito, y luego la persecución, los malos en autobús, los polis detrás, una chica poli buenota también, Kris, y un tal Cox, líder de la banda, que es muy malote, y entonces…

domingo, 3 de abril de 2016

“Batman vs Superman: el origen de la Justicia”

Cuando lean estas palabrejas sobre la película “Batman Vs Superman: dawn of Justice”, muchos chicos dirán para sus adentros (algunos lo gritarán): este Armando Almánzar es muy viejo para que le guste una película como ésta.
Y, en efecto, somos viejos, muy viejos. Pero mucho dudamos que nos hubiera gustado en 1963, cuando empezamos a escribir sobre cine.
Porque hay mucho que no nos gusta de la “grandiosa” cinta de Zack Snider, y esos resabios se inician con el mismísimo título: “El origen de la Justicia”. ¿De qué demonios justicia hablan? ¿Que dos seres poseídos de poderes fuera de lo normal se peleen entre ellos para luego aliarse con otra similar para enfrentar a otro aún más poderoso y feo y derrotarlo es un precedente para originar Justicia?
Y luego, metidos de cabeza en la historieta (nunca mejor dicha esta palabreja), comenzar con un bicho destruyendo edificios para que luego sea a su vez destruido como quien gana un juego de fútbol luego de meter un buen suplente es un mero show intrascendente. Pero, peor, unos pocos años después, como por Arte de birlibirloque, de buenas a primeras todos o casi todos comienzan a repudiar tanto a Batman como a Súperman como si de dos ladroncetes de barrio se tratara, tanto como para ponerles de improviso a odiarse el uno con el otro, un planteamiento de un simplismo pueril y más que superficial.
Se nos antoja que un ser humano como Batman, por más habilidades y ayudas que tenga, no puede ni siquiera pensar en enfrentar nada menos que a un “hombre de acero” que vuela, juega bolos con aviones y derriba paredes con la mirada. Pero eso no les importa a los guionistas Chris Terrio y David Goyer, que nos presenta al Bat haciendo ejercicios para enfrentar al Sup, y luego al Sup dándole una pela al BatÖcomo es lógico. Ah, pero no, pues resulta que el chico humano se ha conseguido un gas al parecer extraído de un caldo de un insecto del patio llamado “hiedevivo” y con eso le funde los plomos al acérico. Y luego el acérico busca una lanza de kriptonita bajo el agua y casi se ahoga, pero luego anda con ella como con un alfiler de cabecita, y más adelante...

“Girasol”, un intento que se va de bruces

El llamado “biopic” es un género cinematográfico muy recurrido y que ha tenido sus éxitos, pero también sus sonoros fracasos.
Para llevar adelante un filme sobre la vida de Víctor Méndez Capellán sus creadores debieron tener en cuenta, de entrada, que iban a emprender una cinta que abarcaría muchos años: de 1937 a más o menos 2010, o SEA, 73 años. Empiezan con el niño Víctor vapuleado por la odiosa tía (que insulta o molesta sin motivaciones aparentes), le vemos escapar con su atadito de ropa y caminar unos cuantos metros hasta dar con los famosos girasoles que él se pasa ratos admirando hasta que ve a Doña Pancha que es la mujer “más buena del mundo”, y que le pone a valer mientras él se ayuda con una caja de limpiabotas.
Y entonces pasamos a su futuro y le vemos bien maduro en su despacho y no sabemos a ciencia cierta para qué.
Pues así vamos, del niño de 7 años al Víctor adolescente, al hombre hecho y derecho y al otra vez muy maduro y golpeado por la tragedia para terminar con el triunfo resonante y el niño para despedir aquel vaivén durante el cual (y más o menos 100 minutos) son muchas las inconsistencias que surgen y muchos los agujeros no negros pero sí evidentes.