sábado, 25 de enero de 2014

“El sueño de Walt”

Es mucho lo que se ha escrito sobre ese tan famoso personaje que era Walt Disney y, por si acaso, no todo lo que se ha dicho es alabándolo.
En este film de John Lee Hancock, “Saving Mr. Banks”, la estampa que se nos ofrece sobre el Sr. Disney es la de un amable caballero que, a pesar de su enorme poder económico, casi le ruega de rodillas de Pamela Travers, la autora del famoso personaje de Mary Poppins, para que le deje hacer una película con el libro.
Ahora bien, si dejamos a un lado las características del real Disney y hacemos lo que tenemos que hacer, que es escribir sobre esta película olvidando la realidad, concentrándonos en esa otra realidad que es la diegética, o sea, la historia tal y como es contada en el film, entonces nos olvidamos de aquel terrible hombre de negocios y vamos directo al Disney-Tom Hanks.
La historia escrita por Kelly Marcel y Sue Smith es ficticia y como tal debe considerarse. Se inicia a principios de siglo con la Pamela cuando era la niña Ginty que idolatra a su padre Traver. De esa relación entre padre e hija pequeña arranca lo que es la Pamela que conocemos en 1961 cuando parte de Inglaterra hacia EE.UU. Los Ángeles, a entrevistarse con Disney sobre la posible aprobación de un guión escrito sobre su libro, escrito 20 años antes, “Mary Poppins”. Y la Pamela que conocemos entonces es una solterona sicorrígida, hosca, huraña y detestable que llega predispuesta a poner todos los obstáculos posibles para que se llegue a una conclusión.


“Frozen”, muy agradable y bien hecha


Tomando como base un cuento de Hans Christian Anderson, “The Snow Queen”, Chris Buck y Jennifer Lee escribieron un guión y dirigieron esta cinta en dibujos animados que nos cuenta sobre dos hermanas, Anna y Elsa, como siempre, la primera muy modosilla y buenona, la segunda algo despótica.
Como casi siempre sucede en estas historias en dibujos animados la parte que más brilla desde el punto de vista de la comedia recae en personajes accesorios, como en esta ocasión en el muy simpático hombrecillo de nieve.
Hay un malvado que es el malo de verdad, y supuestamente se va a casar con Anna, por lo cual le tenemos pena a Kristoff porque es un buen héroe y sabemos desde que está cerca de Anna que está perdidamente enamorado de ella.
La trama es divertida, tiene mucho movimiento  y un monstruo de nieve gigantesco, pero el peligro real consiste en que, de no romperse el hechizo sobre Anna, tanto ella como Elsa y todos los demás se congelarán irremisiblemente.

sábado, 18 de enero de 2014

‘Philomena’ Frears-Dench: estupenda dupla

La historia de una anciana que busca a su hijo dado en adopción 50 años después, piénsenlo: bien pudo ser una bomba lacrimógena. Pero, para que no lo sea, intervienen los aspectos que dan vida al verdadero cine: Steve Coogan y Jeff Pope, guionistas basados en el libro “The lost child of Philomena Lee”, de Martin Sexsmith, el director Stephen Frears y la imponderable Judi Dench.
Y es que el enfoque que se le da a la historia real de esa mujer rebasa el mero sentimentalismo y la blandenguería tópica para plantearnos un problema fundamental: el de esa Philomena que, a pesar de haber sido tratada prácticamente como una esclava durante años en esa casa de acogida manejada por monjas católicas por haber tenido un hijo fuera del matrimonio, a pesar de que a ese hijo de sus entrañas al que ella, como es natural, adoraba y apenas se lo dejaban ver durante unos minutos cada día, lo vendieron a una pareja norteamericana, a pesar incluso de que pasados los años ella trató por todos los medios de saber a dónde había ido a parar su hijo y las “devotas” y “caritativas” monjitas la engañaron diciéndole que no sabían, inventando incluso un cuento de que durante un incendio se habían quemado los archivos, a pesar de todo ello, ella, Philomena se negaba a hablar mal de ellas, se oponía a que el periodista Sixsmith las increpara al saber lo que estaba sucediendo.
La historia moderna de Irlanda, donde se desarrolla la historia en su mayor parte, está fuertemente jalonada por escándalos en casa de acogida de niños; los abusos fueron más que frecuentes y siempre fueron ocultados por la jerarquía superior. Pero ya se sabe todo y el caso de Philomena no es más que uno más dentro de los tantos.

'Vamos de robo'

Dice el refrán que no hay felicidad completa y por esa tan sencilla razón, luego de deleitarnos con Judi Dench, luego de regustarnos con historia tan interesante y bien planteada como la antes comentada, entonces salimos y, todavía con la sonrisa en los labios... ¡fuácata”: “Vamos de robo”.
Hace poco leíamos sobre guionistas no europeos, no norteamericanos, no japoneses, sino latinoamericanos que, al preguntarles sobre sus guiones, sobre el tiempo que invertían en escribir un guión, hablaban de un año, de dos años, decían que los escribían una, dos, tres y hasta cuatro veces para sentirse al fin conformes con lo plasmado en el papel, en la pantalla de su PC.
Pero, por supuesto, esos son locos viejos que pierden tiempo. Por estos lados, los hay que escriben un guión cada dos o tres meses, luego dirigen la película y en ocasiones la interpretan.
Y van de robo, porque les patrocinan la puesta en escena, la rellenan de comerciales (con eso pagan en parte las inversiones), luego consiguen dinero de la DGCine y, repetimos, van de robo.

sábado, 11 de enero de 2014

“A propósito de Llewin Davis”, no es su mejor… pero es estupenda



Ethan y Joel Coen, dos hermanos en el cine, dos creadores de primerísima categoría, nos llevan en esta oportunidad al Greenwich Village del año 1961, pero no a la deslumbrante galería de los triunfadores del momento, sino por el contrario, a la vida ambulante desbordada de desilusión y vicisitudes de un músico creado por ellos: Llewyn Davis.
Nosotros, como casi todos los que escuchaban antes la radio, veían luego la TV y ahora penetramos en el mundo virtual gracias a Internet y sus mil y un resortes, estamos siempre al tanto de todos aquellos que, desde hace décadas han sido los famosos, los millonarios, los mecidos por la fama y la fortuna: Charlie Parker, Miles Davis, Dave Brubek,, Frank Sinatra, los Beatles, U2, Shakira, Beyoncé y docenas y docenas más de artistas acariciados por la admiración de las masas.
Pero no tienen en cuenta que, por cada triunfador, frente a los micrófonos, en los escenarios, frente a las cámaras de cine y TV, han pasado cientos, miles de seres que han intentado por todos los medios alcanzar ese estrellato que se les muestra esquivo. Llewyn Davis es uno de esos.
 “Inside Llewyn Davis” cuenta una historia que a ratos es amarga, y que, aunque en ocasiones puede hacernos reír, aún así, sentimos muy hondo que, bajo esa frágil capa risueña que asoma tras las ocurrencias, las tribulaciones de ese Llewyn Davis.


“El lobo de Wall Street”

La filmografía de Martin Scorsese está punteada de violencia, incluso en ocasiones extremas. Por esa razón es muy posible que, teniendo en cuenta que la historia que ahora se cuenta tiene que ver con personajes y acciones de Wall Street, piensen que se aleja un tanto el creador de su temática preferida.
Pues bien, no nos parece que sea así. Porque la historia de ese Jordan Belfort es, en esencia, una historia violenta, con la diferencia de que no hay tiros ni asesinatos, pero, de todos modos, lo que hace, lo que hace su grupo de ventas de acciones y, si nos vamos un tanto más allá, hasta cierto punto de lo que hacen muchos otros en la bolsa de valores no tan famosos como Belfort son hechos que perjudican a cientos, a miles, tal vez a millones de seres que, desprevenidos, caen en el lazo de adquirir acciones que, debido sobre todo a las manipulaciones de quienes venden, son compradas a un precio que, en cosa de días, de horas, pierden su valor inicial y dejan en la ruina a los ilusos compradores.
Sí, se puede decir que nadie obliga a comprar, que quien invierte en acciones de la bolsa lo hace por decisión propia. Pero, recuerden “Margin Call”, recuerden lo que sucedió en la bolsa en el funesto año del “crack”, que, por un lado, dejó miles arruinados y, por otro, muchos de aquellos que fueron en gran parte culpables de dicha acción todavía están siendo investigados y al parecer nunca se habrá de llegar a conclusiones como para condenarles.

lunes, 6 de enero de 2014


Prólogo, “Infancia Feliz”, 1967

Juan Bosch, Escritor  y politico

 

“Ofrecer a la observación y el estudio de las mujeres y los hombres sensibles ese reflejo, que viene a ser la sustancia misma de una realidad social en medio de la cual vive el autor, puede parecerle muy poco cosa a los que buscan la denuncia en la literatura, pero no es poca cosa porque sin necesidad de levantar actas ante la Policía de la Historia, Armando Almánzar presenta en Infancia Feliz una verdad tan sórdida que su cuento pasa a ser, al mismo tiempo que una obra de arte, una condena enérgica del tipo de sociedad en que se dan como plantas naturales padres borrachos, madres desnaturalizadas, amantes sin amor y niños abandonados que aprenden desde sus años más tiernos a ver el dinero como la imagen misma del poder y la felicidad.”

 
Prólogo “Selva de agujeros negros para Chichí la Salsa”, 1985
Cándido Gerón, Escritor

 “Y clima, ambiente, un estado de vida y ánimo que se transmite cuento a cuento y con todo lo que se cuenta.  Generales y comunes experiencias particularizadas por la magia de la literatura, ejemplarizadas por el toque del estilo del autor.  Y un estilo, el estilo Armando Almánzar de recordar e inventar cosas que le han ocurrido a mucha gente y que pudieran ocurrirle, aunque en esas vidas sin el ingrediente real maravilloso de la creación artística mezclada con la sensibilidad y/o hipersensibilidad del recuerdo, y con la nostalgia, para convertirse en cuento y en un buen libro de cuentos.”
 
 
Prólogo “Cuentos en Corto Metraje”, 1993
José Alcántara Almánzar, Escritor


Armando Almánzar R. se inserta con una visión muy personal en el contexto de la narrativa dominicana de los últimos tiempos. Sabe lo que es un cuento y cómo lograr esa atmósfera envolvente y sugestiva que es la obsesión de cada cuentista.  No pierde de vista que la literatura es una de las mentiras mejor elaboradas que existen, pero sabe también que detrás de las imposturas de la ficción siempre laten verdades contundentes.  Si el cuento es fabulación, quiere decir que estamos construyendo mundos irreales, a menudo fantásticos y absurdos, sobre realidades conocidas”.
 

 
Armando Almánzar.  El cine como vínculo de fabulación en la literatura.  Biblioteca, Suplemento Cultural “Ultima Hora” 1993
José Rafael Lantigua, Escritor y crítico literario
 
“Los veinticinco cuentos de este último libro de Armando Almánzar cuentan, sin mayores asombros, sin intento de novedad, las claves sempiternas del buen cuento: la tensión y la intensidad.  Escribir tensamente, mostrar intensamente.  ‘No hay otra manera – decía Cortázar – de que un cuento sea eficaz, haga blanco en el lector y se clave en su memoria’.  Almánzar un cuentista veterano de los años sesenta, busca una motivación, la anécdota que desea salvar y conjurar, la vivencialidad de una historia sentida o percibida, la expone con deliberada sencillez, la fabrica con emoción incontenible y la deja vibrar, la deja que discurra como un “slow motion” que, de pronto se dispara para dejarnos boquiabiertos, boquiacontecidos, o simplemente, relajados.”

 
 
Prólogo “Marcado por el Mar”, 1995
Juan José Ayuso, escritor.
 
“La riqueza del interior almanzariano se manifiesta en lo variopinto de sus historias.  Un vegetal, quien si oye y si siente, olvidado en un balcón; una mujer estragada por el machismo que recurre al cosuicidio; la angustia de pequeñas cotidianidades que forman una conspiración para destruir el matrimonio; un viejoverdismo que no cuaja; el barrio pobre que vive y mata; la música de Michel Camilo en la contraparte trágica de la amena infidelidad; el mismo que no era él; y las complejidades que pueden sobrevenir por la curiosidad de llamar a un número de teléfono.  Las vidas que pasan en una vida, tan diferentes y tan iguales.  La trascendencia de lo banal y la banalidad de la trascendencia.  Y hacer el cuento dentro de una metodología que no fuerza, con espontaneidad, fluidez y personalidad características.”

 

 

Armando Almánzar, un escritor de película


Semblanza (?) de Armando  Almánzar para la ceremonia de entrega del
Premio Nacional de Literatura 2012

Por Luis Martin Gómez

Es difícil hacer una semblanza de un escritor vivo, activo, presente en el acto en que es galardonado, y tener que decir todo lo que uno piensa sobre él, bueno o malo. Pero es más complicado aún hablar acerca de un escritor aparentemente existente. Como lo oyen. Ese señor con aire de Don Quijote después del cortocircuito y porte de Franco Nero con anemia que está sentado a la mesa de honor de este acto, puede que no sea Armando Almánzar, o puede que lo sea, pero sólo como personaje de ficción.

No hay nada más inmaterialmente cierto que las ideas. Dios, aparte la Fe y la inquisición, existe porque es una idea, la más grande y genial de todas, por cierto. Las ideas sobreviven a sus creadores de carne y hueso y tienen el poder de ir condicionando la realidad hasta establecer circunstancias que las justifiquen. El Mesías, por ejemplo,  fue una idea de Zoroastro que se materializó siglos después entre los judíos, quienes, dicho sea de paso, se apropiaron también de algunas ficciones sumerias, como el paraíso y el diluvio. Está claro que no existía entonces oficina de derechos de autor. Los griegos antiguos prefiguraron el átomo que más de veinte siglos después dio origen a la física de partículas en el Laboratorio Cavendish de Inglaterra. Y está científica y emocionalmente comprobado que uno suele imaginar primero los ojos de esa muchacha a la que encontraremos después en una OMSA llega de gente o caminando por El Conde, ocasión que nos permitirá dispararle a quemarropa un piropo procaz al estilo de “si como caminas cocinas...”, o pseudointelectual como “voy a solicitar a la UNESCO que te nombre patrimonio de la humanidad”.

Aceptaba esta premisa (no la del piropo sino la de la idea, la de la imaginación como una forma de existencia válida y libre de impuestos –que no se entere por favor la DGII), podemos explorar la posibilidad de que el galardonado de esta noche con el Premio Nacional de Literatura sea una persona imaginaria. No es descabellada la presunción, créanme. Se dice que ya ocurrió con William Shakespeare, quien según las malas lenguas habría sido testaferro literario de Christopher Marlowe, autor que fingió su muerte para evadir una condena por homosexualidad, ateísmo, blasfemia y espionaje. Sucedió también con Julio Cortázar y Silvia, la voluptuosa joven de su cuento homónimo, a la que sólo los niños y el personaje-narrador del cuento podían ver. Localmente, tuvimos a Crucita Yin, ¿recuerdan?, cuya alegada infidelidad y abandono del hogar llenó la ciudad de graffitis mal escritos por el esposo despechado.

sábado, 4 de enero de 2014

‘La vida secreta de Walter Mitty”

No nos parece mala esta película, pero, considerando su origen, por esa razón no nos satisface plenamente. Hagamos un poco de historia: James Thurber escribió este cuento en 1939 y muy pronto se convirtió en una de las historias más antologadas de la literatura norteamericana, una pequeña obra de arte, como la denominó uno de los críticos de la época y lo han reafirmado historiadores de la literatura durante décadas.
En 1947, uno de los grandes estudios norteamericanos la llevó al cine como comedia musical y Thurber no se sintió muy agradado por la versión protagonizada por Danny Kaye, pero, por supuesto, hizo mucho dinero.
Ahora cae en manos de Ben Stiller, quien, cuando hizo “Reality Bites” en 1994 como actor y director despertó muy buenos comentarios y se llegó a pensar en un futuro promisorio de este entonces joven actor y director al enfocar de manera muy interesante la vida y milagros de la juventud de los 90.
Pero Stiller, aunque siguió probando como realizador e hizo unos cuantos títulos de cierta calidad (“Zoolander”, “Tropic Thunder”, sobre todo, no tanto la malograda “The Cable Guy”), no alcanzó de nuevo categoría y como actor apenas despuntan unos cuantos personajes en medio de un tropel de necedades comerciales.
Sin embargo, lo que no nos permite situar  a “Mitty” como una cinta de categoría es su relación con la literatura. García Márquez siempre se ha negado a vender los derechos de “Cien años de soledad” porque, primero, hacer un film con tal obra merecería varias horas para saciar tanta leyenda, epopeya, aventura, magia. Pero, sobre todo, porque la magia, el realismo mágico no congenia demasiado con el cine. Como tampoco lo es la leyenda impregnada de magismo o de irrealidad. Piensen, por ejemplo, en que millones de personas han leído la Biblia y casi no aparece nadie que se queje o impugne la lectura del génesis, la idea de un Moisés y sus tablas de la ley o su cruce por el mar Rojo, o, peor, la historia de Noé y su arca.

'El último viaje a Las Vegas'

Tal vez no resultaba mal como idea reunir a cuatro estupendos veteranos en una comedia sentimental un tanto desteñida, pero, en la práctica, viendo los resultados, nos da la impresión de que se les peló el billete a los “creadores”.
Piensen: Robert de Niro, que todavía reparte los mismos tics de mafioso y golpea como tal... aunque nadie se lo crea; Michael Douglas, el más joven del grupo pero no por su aspecto; Morgan Freeman, un personaje que sufre de todo pero resulta el más activo, y Kevin Kline, a quien al parecer fueron a desenterrar porque hace años que, aunque aparece aquí y allá en una que otra cinta, suena menos que un flautín en medio de un ciclón.
Y a todos, incluida la “jovencita” del grupo, Mary Steenburgen, los meten en Las Vegas para la despedida de soltero de Billy (Douglas)  porque eran amigos uña y carne desde que tenían 12 años en el barrio, aunque ahora Paddy (de Niro) no quiere saber ni en pintura del Billy porque cuando falleció su esposa, amiga de los cuatro desde niña, el mentado no asistió al funeral, y se niega decididamente a ir con el grupo a Vegas aunque usted, que está hasta las narices de ver cine convencional, sabe que irá, sabe que refunfuñará durante más de una hora de desarrollo pero que, al final, ambos se querrán más que Romeo y Julieta y uno de ellos le arreglará la vida al otro para compensar por lo que el otro había hecho por él antes y que él, por supuesto, no sabía porque, atención, nadie lo sabía.