sábado, 30 de noviembre de 2013

“Los juegos del hambre: en llamas”


“The Hunger Games”, la historia inicial que vimos no hace mucho, resultó una sorpresa doble: hizo tanto dinero que hasta sus productores estaban con un palmo de narices, y fue tal su calidad que también los críticos se quedaron casi igual.
Claro, lo primero fue el resultado de una formidable campaña de promoción que se inició vía internet de manera tal que, cuando llegó el estreno, miles de boletas estaban vendidas. Eso, con el complemento de una historia bastante original y bien manejada por Gary Ross, dio como resultado lo que ya dijimos: una fortuna en la taquilla.
Lo otro es que, con esa historia original y un guión bien hilvanado, con buenas interpretaciones en conjunto y con la señalada buena dirección de Ross, el resultado lógico fue una aceptación casi masiva de la crítica.
Pero hay algo que nos llama poderosamente la atención: la presente, siendo una secuela, recibió menos críticas (207) que la original (275) y, a pesar de ello, tuvo un punto menos que la que ahora vemos.
Fíjense, no es que sea imposible que una secuela resulte mejor que la inicial, es algo que ha sucedido varias veces ya, pero es que, pensándolo bien, no encontramos nosotros, muy particularmente, razones de peso como para que nos guste más esta que aquella.
Ambas son cintas muy apreciables desde el punto de vista cinematográfico, sin que por ello consideremos que son un ejemplo del Séptimo Arte ni nada siquiera cercano, pero, si se fijan bien en la historia que nos cuentan Simon Beaufoy y Michael Arndt podrán apreciar que, hasta cierto punto, salvando la introducción, obligadamente diferente, lo que se plantea como meollo de la historia (que es precisamente lo que busca y gusta el gran público), viene siendo lo mismo que cuenta la primera: el desafío en medio de la selva de los buenos contra los malos, para entonces arribar a un final que, como comprobarán, no es tal, porque no es más que una simple preparación para la tercera parte que, a su vez, dará el pie amigo a la cuarta, o sea, es un aperitivo para el 2014 y el 2015, y eso, naturalmente, es algo que no es demasiado de nuestro gusto.

"La noche de las bestias”

 No nos parece que “The Purge” sea una película despreciable porque, a decir verdad, no está mal llevada por su director, James DeMonaco, pero, a nuestro juicio, presenta un problema que no nos parece potable: no tragamos esa historia que se inventó el mismo DeMonaco.

Fíjense: según lo que se nos cuenta, en el año 2022, la sociedad norteamericana era un verdadero remanso de paz: no hay desempleo, no hay criminalidad apreciable, todos viven apaciblemente tranquilos.

Pero, ¿qué sucede? Pues que los psicólogos sociales aducen que, para que se mantenga esa ideal situación, hay que dejar un resquicio oportuno para que escape la violencia, por esa razón, una vez al año, de 7 de la tarde a 7 de la mañana, aquel que lo desee puede dar rienda suelta a sus más bestiales instintos, robar, estuprar, matar, lo que le venga en ganas, y durante esas 12 horas ni los bomberos, ni la policía ni mucho menos el ejército intervienen.

Puede que aparezca algún psicólogo social que diga que eso podría ser eficaz en esa circunstancia, pero, en lo que aparece, a nosotros nos parece algo perfectamente disparatado.

sábado, 23 de noviembre de 2013

"El mayordomo"


Sí, en efecto, es otro film de Lee Daniels, ese director que nos apasionó hace unos pocos años con su “Precious”, y que luego, este mismo año, nos sacudió hasta el punto de vista de lo chocante por duro e inusitado con “The Paper boy”.
Ahora vuelve y vuelve con su tema recurrente: el tema social en Estados Unidos visto desde el punto de vista de los negros, porque, naturalmente, él, Daniels, es un director negro que, evidentemente, está pisando sobre las huellas de Spike Lee, con la única diferencia de que, hasta el día de hoy, aunque ha demostrado que  sabe y puede hacer buen cine, no ha alcanzado el nivel de excelencia de su imitado, en lo que a temática se refiere.
Con “The Butler” teníamos el temor de que nos atragantaran dos horas y 12 minutos repletos de los sabores y sinsabores de ese Cecil Gaines, desde que era un niño esclavo en 1926 hasta que visitó al recién triunfante Barak Obama en 2008, dejando caer a todo un Almirante que le servía de guía aquello de “no te preocupes, conozco el camino”.
Por suerte, la preocupación de Daniels nos lleva, tal y como si fuera una especie de “Road Movie” sin vehículo, desde aquella lejana época en los tórridos campos de algodón, a través de esos 82 años pasando por los muy diferentes lugares de trabajo del Sr. Gaines hasta la Casa Blanca, donde habría de permanecer durante nada menos que 30 años.

‘Fenómeno siniestro 2’

 Desde hace unos pocos años se ha desatado en Hollywood y sus alrededores (léase “independientes” aprovechadores) un movimiento que tiene como precursores a gente como los creadores de “Paranormal Activity” y otros films como el inicial de esta serie, “Grave Encounters”, que consiste en lo más simple que se puede imaginar: hacer películas de terror gastando lo mínimo posible con la esperanza de lograr el tal anhelado “Blockbuster”, o sea, un film que cueste muy poco y haga mucho en taquilla (por estos lados hacen lo mismo, pero no con terror, sino con comedia).
Por ejemplo, la citada “Paranormal...” costó entre 10,000 y 15,000 dólares, algo con que no se hace un comercial de 30 segundos, y ha recaudado más de 300 millones. Secuelas de esta peliculita han resultado algo más costosas, pero han recaudado también sumas fabulosas.
La idea, por si acaso no lo han entendido aún, es dar muchos sobresaltos a los espectadores.

sábado, 16 de noviembre de 2013

“Biodegradable” Una que debió ser mejor


El cine es un Arte, pero también un comercio, un objeto de cambio: el creador, en ocasiones, quiere hacer verdadero cine, pero sabe que precisa de algo a cambio, y ese algo es, necesariamente, el dinero.
Por supuesto que a la mayoría de quienes hacen cine en nuestro país esa idea ni siquiera les ha pasado por la mente porque lo único que prima en ellos es hacer dinero a como dé lugar sin siquiera pensar en si lo que hacen posee por lo menos rudimentos de planteamientos estéticos.
Dicho esto, quiero hacer notar que Juan Basanta, aunque por supuesto quiere en lo más íntimo que “Biodegradable” haga dinero, con seguridad no tenía esa idea como prioridad cuando inició la escritura del guión junto a Manuel Fondeur, tomando como base la novela de William Mejía “Una rosa en el quinto infierno”, y ya eso, para nosotros por lo menos, le vale puntos a su favor.
Emprender una historia de ciencia ficción con nuestros algo precarios medios es una osadía, aunque lo que cuenta sea una aproximación a Orwell y su premonitoria novela con todo y su actualizado “Gran Hermano”.
Pero, además de ser Arte y comercio, un film es, también, puesta en escena y guión. O sea, tiene que llenar requisitos en lo que se refiere a la dirección, a la fotografía, a la musicalización, sonorización, edición  y actuación, pero, también en lo que se refiere a lo que cuenta, o sea, al guión, lo que se expresa en lo narrado, los diálogos, las implicaciones de eso que se narra en lo que se refiere a la ideología, al pensamiento, a lo que sienten y viven sus personajes.

“El abogado del crimen”


A esta hora de la noche, cuando escribo sobre “The Counselor”, todavía no estamos muy convencidos de que haya sido Ridley Scott quien dirigió este film y no su hermano, el fallecido Tony. Porque todavía recordamos la tremenda impresión que nos produjeran los primeros 60 segundos de “The Duellists”, su primer largo, la rutilante belleza, la elegancia rítmica de la edición, la certeza de que se está haciendo algo a conciencia aunque sea en ese brevísimo lapso.
Porque “The Counselor”, podríamos jurarlo, a ratos casi nos parece una comedia, macabra. De siniestra crudeza, pero comedia al fin y al cabo. Nos parece que el guión de Cormack McCarthy merecía más tiempo de exposición, que las ideas fluyen con excesiva celeridad o, para mejor expresarlo, que esas ideas se diluyen, pierden peso específico, porque parecen estar comprimidas para saciar al hambriento no con una calmada y suculenta comida sino con un envío de “fast food”.
Nos gusta el guión de McCarthy o, para mejor expresarlo, nos gustan mucho los diálogos en los cuales expresa con dureza no exenta de un amargo sentido del humor sus conceptos sobre la vida y la muerte, sobre la finitud del ser humano, sobre su escasa capacidad para dominar el sendero de su existencia.

sábado, 9 de noviembre de 2013

‘Rush’ Emocionante y excelente

 Nunca hemos sido fanáticos, ni siquiera simples aficionados a las carreras de Fórmula 1 como lo es, por ejemplo, Gabriel, mi hijo menor, o como tampoco lo es mi amigo Jorge Dueñas, quien aduce, para hacer comprender el porqué de su desinterés, el hecho de que, siendo dos pilotos igualmente buenos, siempre o casi siempre triunfará quien tenga el auto más potente.
Puede que los entendidos refuten ese argumento, pero nosotros lo compartimos también. Todo ese exordio para que comprendan lo que tuve que vencer, también de entrada, para ver y, sobre todo, para aceptar con placer este film de Ron Howard.
Y es que, para comenzar, “Rush” no es una película sobre tremebundas carreras con los consabidos héroes del volante. Ellos están ahí, son Nicky Lauda y James Hunt, pero no están en esa función tan elemental de las cintas cliché sobre ese deporte.
Existieron en verdad, lo que se cuenta sucedió tal y como lo vemos, pero el enfoque no es, precisamente, sobre quién gana o no, sino que se convierte en un ligero pero muy interesante estudio de caracteres: se nos presentan los dos personajes, Nicky Lauda es ya veterano corredor y campeón del pasado año (hablamos de los años 70), y James Hunt se inicia en la Formula 1.
Pero luego, para mejor comprensión de los personajes, surge el “flash back” para explicarnos algo fundamental para comprender la sicología ambos: Lauda deja a un lado la herencia familiar y los deseos de su padre sobre su porvenir, y  toma dinero prestado para ingresar como piloto; pero, además, sabe sobre ese asunto, sabe sobre la dinámica de los autos de carreras, sobre su funcionamiento, sobre la técnica de su fabricación, y logra con ello mejorar el Ferrari que habrá de manejar imponiendo condiciones al fabricante y patrocinador.

‘El Gallo’ ¡Horror que la sangre hiela!


Que nos cuelguen del palo mayor si logran que nos expliquemos lo que vemos durante los 86 minutos de proyección en la sala 1 de Fine Arts.
Pasaron “El Gallo”, escrita y dirigida por Juan Fernández y, claro, vimos la sucesión de imágenes, el tal Gallo bajando de un avión esposado, luego de ser deportado de Estados Unidos, donde pasó 20 años preso tal vez por asesinato (algo se insinúa que puede hacer pensar tal cosa), le vemos ir al barrio donde vive una buena anciana madre de un chico que estaba preso junto con él y que, aparentemente, era su amante pero espichó, o sea, murió allí, preso.
Todo eso se entiende. Pero luego empiezan a pasar cosas en un colmado donde un tipo está todo el tiempo mal encarado y maltrata a la chica dueña del local.
Y empiezan a aparecer mujeres, travestis, lesbianas, prostitutas, transexuales, toda una fauna que conversa aquí y allá, y todo parece indicar que Fernández se propone un análisis de la vida en ese entorno degradado, pero las escenas brincan de un lado a otro, las “chicas” en la “bolita del mundo”, las chicas conversan con Gallo, Gaby, es maltratada por un cliente y, claro, frente al Gallo que la defiende valeroso, y Gaby está entonces enamorado del Gallo.

sábado, 2 de noviembre de 2013

“César debe morir”, admirable obra de los Taviani

 Tal vez algunos la recuerden , tal vez muchos no, pero es el caso que los hermanos Taviani, Paolo y Vittorio, directores de cine italianos, han remedado, hasta cierto punto, lo que hiciera el inmortal Vittorio De Sica en 1948 cuando hizo ese film que muy pronto llegó a convertirse en un clásico para todos los amantes del cine de este planeta: “Ladrones de bicicletas”.
En esa película, perfecto ejemplo del neorrealismo que retrata las vicisitudes del pueblo italiano a raíz de terminar la Segunda Guerra Mundial, tanto el obrero protagonista, interpretado por Lamberto Maggiorani, como todos los demás, eran personas normales y corrientes de Roma, y fueron probados y luego escogidos por De Sica para protagonizar su monumental obra.
Eso no se ha hecho de nuevo… hasta ahora. Porque “Cesare deve moriré” es una fantástica obra de los Taviani en la cual prueban que sí, se puede lograr tal proeza.


“Sanky Panky 2” chocarrería dispersa y anodina


Debemos confesar que aunque la “Sanky Panky” original no nos gustó, de todos modos estaba (y sigue estando) en lo que se refiere a calidad cinematográfica por encima de varios bodrios exquisitos que la precedieron y muy por encima de muchos otros que luego aparecieron en el muy vapuleado género de la comedia.
Pero, como apunta Pachico en este mismo diario, y cito: “Las segundas partes…”. No tuvo que escribir mucho más porque todos o casi todos quienes andamos metidos en asuntos de cine sabemos lo que apuntar algo así implica: Nunca segundas partes fueron buenas, con muy escasas excepciones que incluso él, Pachico, menciona.
La presente comienza y no bien aparecen algunos nombres surge el primer “video clip” para “animar a la audiencia”, pensamos.
Luego aparecerán otros dos, el segundo de los cuales está tan metido a la fuerza que no nos explicamos su larga insistencia. En medio de los dos primeros aparece un formidable comercial: manzana, mango, coco, palabras para enseñar a las chicas italianas a hablar español y, a seguidas: ¡batería! Por qué batería, se preguntarán, si no es una palabra común del idioma. Pues, simple, para levantar la tal batería y mostrar su maravillosa marca comercial. Burdo el asunto. Pero nada de eso nos hubiera importado un pepino si, por lo menos, la historia, original de su director, José Enrique Pintor, tuviera algo de sentido, ya que no podemos pedir que posea belleza, profundidad, elegancia, gracia o algo por el estilo, sino por lo menos algo de sentido común.