Esta es la primera película original de
Kazajistán que hemos visto en nuestra muy larga vida. Y, para que vean,
nos dejó con un palmo de narices.
Porque, si bien se inicia con
tres hermanos que llegan a un apartado y pobre lugar de esa nación, en
la época soviética una de las tantas naciones de aquella confederación,
dos hermanos y la hermana menor que llegan a habitar en una destartalada
casa y tienen que enfrentar a un señor de aires matones que les conmina
a desalojarla porque, dice él, esa casa es suya y no de ellos, luego de
que incluso la policía local, muy a pesar de las protestas de los
hermanos que alegan poseer título de propiedad, también les insta a
dejar el local, pasadas varias palizas propinadas por los lugareños a
los recién llegados y otros incidentes, poco a poco, pero de manera que
se va haciendo cada vez más clara y ostensible, el carácter de la
historia se va tiñendo de detalles de una extraña sutileza burlesca.
Entre los vecinos atacantes siempre hay algunos que se la pasan
bailando, haciendo muecas, burlándose, tanto así que la hermana menor
disfruta viéndolos muy a pesar de la situación que están viviendo, y ese
incremento de situaciones que no caen en el marco original realista se
va acentuado más y más, tanto que, en los minutos finales, el tinte de
la narración llega a recordarnos aquella formidable parodia surrealista
del maestro Vitorio de Sica, “Milagro en Milán”, donde el gran director
abandona por una vez el acendrado carácter neorrealista de su obra para
subirnos a una nube y llevarnos en andas de un estilo surrealista que no
parece suyo pero que, aún así, es uno de sus grandes logros.
Algo
que acentúa lo diferente de este filme de Adikhan Yerzhanov es la muy
especial tesitura de sus intérpretes, todos o casi todos durante el
desarrollo de la historia adoptan actitudes estatuarias; muy a pesar de
los mencionados bailoteos, de la burla continua de los lugareños, tanto
ellos como los recién llegados adoptan actitudes hieráticas, muy
alejadas de lo que supone la situación que se está viviendo.
Extraña, entonces, pero muy interesante y poética: “The Owners” (Los propietarios).
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