Debemos confesar que aunque la “Sanky Panky” original no nos gustó, de todos modos estaba (y sigue estando) en lo que se refiere a calidad cinematográfica por encima de varios bodrios exquisitos que la precedieron y muy por encima de muchos otros que luego aparecieron en el muy vapuleado género de la comedia.
Pero, como apunta Pachico en este mismo diario, y cito: “Las segundas partes…”. No tuvo que escribir mucho más porque todos o casi todos quienes andamos metidos en asuntos de cine sabemos lo que apuntar algo así implica: Nunca segundas partes fueron buenas, con muy escasas excepciones que incluso él, Pachico, menciona.
La presente comienza y no bien aparecen algunos nombres surge el primer “video clip” para “animar a la audiencia”, pensamos.
Luego aparecerán otros dos, el segundo de los cuales está tan metido a la fuerza que no nos explicamos su larga insistencia. En medio de los dos primeros aparece un formidable comercial: manzana, mango, coco, palabras para enseñar a las chicas italianas a hablar español y, a seguidas: ¡batería! Por qué batería, se preguntarán, si no es una palabra común del idioma. Pues, simple, para levantar la tal batería y mostrar su maravillosa marca comercial. Burdo el asunto. Pero nada de eso nos hubiera importado un pepino si, por lo menos, la historia, original de su director, José Enrique Pintor, tuviera algo de sentido, ya que no podemos pedir que posea belleza, profundidad, elegancia, gracia o algo por el estilo, sino por lo menos algo de sentido común.
http://www.listindiario.com/entretenimiento/2013/11/1/298045/Sanky-Panky-2-chocarreria-dispersa-y-anodina
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