Cierto, Hollywood es la perfecta máquina de sueños, es una formidable maquinaria que lo mismo nos fascina con una que otra obra maestra que nos desazona, nos duerme, nos horripila, nos hastía, nos aburre o nos desagrada.
O sea, la imaginación de sus guionistas no tiene límites y cuando otean un tema que piensan que puede ser del gusto y la preferencia no de unos pocos sino, por el contrario, de unos muchos, entonces se lanzan de cabeza y se inventan las historias más necias.
Como de todos es sabido, en Estados Unidos de Norteamérica, con sus más o menos 350 millones de habitantes, tiene una enorme proporción de adolescentes.
Y esos adolescentes, obnubilados por la publicidad, encerrados en un mundo de imágenes que pasan de la enorme pantalla plana a las tabletas, a los I Pod, a los celulares, viven precisamente por ello en un mundo hermético que gira de manera vertiginosa mordiendo su propia cola: esa enorme profusión de imágenes les sumerge en sueños cada vez más irreales que les llevan a preferir, a su vez, otros sueños que refuerzan los anteriores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario