Y cuando decimos eso, “nuestro mejor cine”, nos referimos a lo que se
hace en América Latina, sobre todo en contraposición a esa tan continua
invasión de ese Hollywood que, si bien nos ha brindado docenas de obras
maestras, también, y muy principalmente en estos últimos años, nos
arropa con docenas y docenas de necedades en todos los géneros habidos y
por haber.
Diego Lerman, argentino, no necesita lo que es tan
común en el cine norteño: figuras famosas que ganan sumas fabulosas por
hacer carantoñas, maravillosos efectos especiales para embobarnos,
escenografías que van de un extremo al otro del mundo y decenas,
centenares de intérpretes que inundan la pantalla embarullando las
historias normalmente hueras que rellenan.
No, Lerman no precisa
de nada de eso, apenas una madre abusada y embarazada, y su hijo de
pocos años. Con ellos, y con unos cuantos actores y actrices, nos dibuja
con certeza y contundencia lo que significa en casi todo el mundo la
violencia familiar, el desamparo de la mujer que tiene que hacer hasta
lo imposible para poder escapar a ese abuso continuado, incluso (y no
tienen más que leer la prensa diaria para comprobarlo en nuestro propio
país, donde tenemos un porcentaje mucho mayor de asesinatos de mujeres
por sus parejas que naciones que nos decuplican en número de habitantes)
la muerte.
Nosotros hemos visto mucho cine de todos los tipos y
colores. Pero, sobre este tema en particular, esta es una de las más
certeras en su exposición y eso, sin tener que recurrir a la exposición
de esa violencia, apenas con lo más significativo: el miedo, el terror
que se dibuja en el rostro de esa Laura, sus trémulas palabras cuando
llega a un hotel: “Que nadie se entere de que estamos aquí”.
http://www.listindiario.com/entretenimiento/2015/4/24/364744/Refugiado-nuestro-mejor-cine
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