Yoel Morales, director de “Azul magia”, a quien no
tenemos el gusto de conocer, tuvo una idea novedosa e interesante para hacer su
película: enfocar costumbres y, sobre todo, sus mitos y creencias.
En efecto, esa buena idea se refleja desde que se
inicia con un breve relato en dibujos animados sobre los taínos, pero ahí
fallan dos aspectos: el movimiento de los personajes dibujados no posee
fluidez, es desmañado y torpe. Luego comienza el filme con la primera historia
que titula algo así como "yo conocí a un muchachito igualito que tú”, pero esa
historia de un campesino cuyos frutos son tumbados por dos niños nada tiene que
ver ni con magia ni con taínos. Al terminar, se inicia el relato de Ramón, un
adolescente bien interpretado por Lewis Castillos (la única interpretación
destacable), que pasa el tiempo retozando con un amigo mayor que él, y ambos
alcanzan a ver a una hermosa chica de pelo azul bañándose desnuda, la chica lo
advierte y se marcha de prisa, dando paso a que Ramón sea enviado lejos por su
madre enferma y encuentre una fruta azul, etc.
Todo un relato que se desliza con pereza sobre todo
porque, para ganar tiempo, guionista y director lo ponen a hacer de todo en el
bosque, pero acciones sin importancia para el relato en sí.
La cinta, que es muy corta, sufre entones de
inconsistencia, no posee la fuerza dramática que se supone debería tener la
aventura del joven con la chica y
termina de manera desvaída.
A Morales y su guionista les recomendamos concebir
una historia, la que sea, que pueda ser rodada en más de una hora y cuarto,
pero que tenga unidad temática, porque las dos que conforman “Azul magia” no
compaginan la una con la otra. La de Ramón y la chica debió ser la película…si hubiera tenido mayor enjundia,
más aspectos a presentar.
Pero, insisto, es bueno que hayan cambiado el rumbo
temático de nuestro cine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario