Usted va a ver esta película de José María Cabral y, al salir, es muy
posible que le esté flotando en la cabezota algo como “vaya, qué buena
idea tuvo José María”.
En efecto, insistimos entonces, eso fue precisamente lo que estuvimos
pensando casi desde el mismísimo inicio de esta historia: que es una
buena idea para plantear una parodia sobre las cintas de detectives
privados al estilo Raymond Chandler y su Philip Marlowe.
Pero... ahí viene eso, el tal pero.
Porque en cine, un filme, no puede limitarse a un punto de partida
por genial que sea, y entonces, cuando comienza a activarse ese relato
en el cual vemos que el simple policía de aldea Willy se la pasa soñando
con ser un detective como el que ve en una película, cuando se mezcla
el discurrir diegético del Willy real con la vida fantasiosa del
personaje del filme admirado, empiezan los problemas.
Y que haya momentáneas confusiones es lo de menos, porque eso se resuelve.
El problema es el desarrollo de la historia, que comienza bien
cuando, en la confusión de los papeles que ordenan el destino de Willy y
el de el oficial Brus García, nuestro héroe va a dar a Santo Domingo y a
una unidad especializada en investigaciones de la policía, unidad que
al parecer no dispone de archivos (en esta era digital, resoplas) para
verle la cara a un designado real y confrontarlo con el otro.
http://www.listindiario.com/entretenimiento/2015/06/27/378011/detective-willy
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