Todavía, a horas de haber salido de la sala de cine donde vimos “Gravity”, sentimos la presión, la sofocación, la sensación del espectador sentado en el borde de la butaca pendiente de la próxima secuencia, de la escena que viene, del más mínimo movimiento de la prodigiosa cámara de un Enmanuel Lubetzki dirigido por ese señor a quien ya, sin empacho alguno, llamamos “Maestro”.
Y todo eso que sentimos se comprende, muy difícil de describir, de expresar en simples palabras para un artículo informativo porque, mis amigos, el Arte, así, con mayúscula, no puede ser descrito ni explicado ni contado; hay que vivirlo, hay que experimentarlo, sentirlo.
Por esa razón se nos hace prácticamente imposible explicar lo que significó ver “Gravity”, porque no tenemos palabras para ello. Claro, podemos decirles ahora que cuenta sobre una pareja de astronautas en una misión en el espacio, a 600 kilómetros sobre la superficie terrestre, misión que, a pesar de lo extraordinario que suena para nosotros, simples mortales que vemos películas, manejamos un auto, comemos con la esposa y nos reunimos con hijos y nietos, para ellos, para la Doctora Ryan Stone y el Teniente Comandante Matt Kowalski, es casi vivir la rutina de la investigación espacial.
Hasta que sucede lo que se cuenta y nos sentimos inmersos en esa sobrecogedora aventura en la que ambos bordean la muerte.
Pero, por favor, por esto que les decimos no vayan a caer en el error de pensar, creer o colegir que “Gravity” es otra mojiganga de monstruos o de seres malignos del espacio exterior; nada más distante de lo que van a ver.
http://www.listindiario.com/entretenimiento/2013/10/18/296340/Alfonso-CuaronMaestro
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