Si fuéramos realmente honestos, les diríamos ahora que, a decir
verdad, “Dallas buyers club” no es una película que nos guste tanto como
otras nominadas al tan cantaleteado Oscar.
A decir verdad, la
historia de este señor que vivió realmente durante los años 80, Ron
Woodroof, un típico tipo del montón, un perfecto tarugo cuyas más
maravillosas aficiones eran, no necesariamente en ese orden, las drogas,
el sexo, el alcohol y participar en rodeos, lo cual hacía de él una
especie de “macho neandertal” al estilo texano, nos interesa porque lo
que hizo casi a tontas y locas y teniendo de su lado una increíble buena
suerte, le sirvió a muchos enfermos de SIDA a partir del conocimiento
de su caso.
Interesante también porque, aunque sin hacer demasiado
esfuerzo, la historia de Ron nos deja entrever las manipulaciones del
sistema rector de la legalización de los productos medicinales en
Estados Unidos de Norte América, la FDA, que permite a laboratorios
productores de nuevas drogas para diferentes enfermedades tales como el
SIDA, experimentar con seres humanos y hacer pasar por buenos algunas de
esas drogas aunque los resultados de esos experimentos no hayan dado
lugar a que se dé como probada su eficacia.
Lo que sucedió con
Woodroof fue muy sencillo y a la vez increíble: fue a dar al hospital en
Dallas, le diagnosticaron VIH positivo, SIDA avanzado, y 30 días de
vida. Incluso se asombraron de que estuviera con vida.
http://www.listin.com.do/entretenimiento/2014/2/21/311693/Dallas-Buyers-Club
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