Hace ya casi dos siglos, en 1818, Mary Wollstonecraft, famosa luego
como Mary Shelley, inmortalizó un personaje, Frankenstein, Viktor
Frankenstein, quien jugó a ser Dios creando un ser humano a través de la
experimentación con descargas eléctricas sobre un armazón de partes de
cuerpos humanos.
Sobre ese personaje es mucho lo que se ha
escrito, docenas de películas se han hecho, en especial las originales,
de inicios del cine sonoro, “Frankenstein” (1931), y “The Bride of
Frankenstein” (1935), ambas de James Whale, ambas con Boris Karloff en
el rol de la criatura que, como de todos es bien sabido, no poseía
instintos asesinos pero, al ser diferente (como tantos otros ahora,
discriminados porque no son “como todos deben ser”), causa horror y
espanto y es perseguido y asediado sin tener culpa alguna en principio.
Pero
un sistema comercial como es el de Hollywood no puede sustraerse a la
fascinación de tales personajes y, por ello, vuelven y vuelven sobre él
pero, no conformes con el personaje original, no satisfechos con lo que
sobre él se ha escrito, lo rodean de toda suerte de seres que jamás
pasaron por la imaginación de Mary Shelley ni tampoco por la de
escritores y guionistas serios como los que escribieron la muy
interesante versión que rodara Kenneth Branagh en 1994, Steph Lady y
Frank Darabont.
http://www.listin.com.do/entretenimiento/2014/2/21/311694/Yo-Frankenstein
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