Todavía, saludados como debe ser, nuestra querida Patricia y el juguetón Toby, luego de bebida el agua nocturna, de la sesión del baño (no de la ducha), de la pijama colocada, sentados frente a la PC que nos espera paciente y enciende como debe ser, nos parece percibir que desde las trinitarias de la ventana, sus hojas aún húmedas por un chubasco reciente, alguien nos mira insistente y susurra algo que suena como: “No deberías estar escribiendo, recuerda, estás muerto, Armando”, y entonces sacudimos la cabeza para despejarla de los vaivenes de René y Naomi que son, unidos a su creador, José María Cabral, los responsables de mi confusión.
Deben quedar rastros muy frescos de las lecturas de Kafka en el activo cerebro de José María. Aunque él precisa una historia cuyo título y autor no pude retener, los detalles de lo que va sucediendo a ese René, quien tiene un negocio de renta de armas de fuego para rodajes de películas, nos llevan por una senda cargada de solapadas torceduras; en otras palabras, que cuando vayan a verla no esperen una historia normal y “coherente” sobre algo que le sucede a un buen señor, a su esposa, a un amigo que deseaba rentar armas sin hacer contrato previo (algo que parece puesto para desviar de entrada nuestra atención de la realidad que es más bien irrealidad), sino una sucesión de detalles argumentales que solo tienen ilación desde el punto de vista último del autor.
Por supuesto, esto último se constituye en un obstáculo para referirnos, precisamente en detalle, de lo que se cuenta.
http://www.listindiario.com.do/entretenimiento/2014/6/20/326763/Despertar-Quien-alucina
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