Usted
puede ser un atento seguidor de Woody Allen como podría serlo de Sylvester
Stallone, todo depende su forma de pensar, de su cultura, de sus gustos particulares;
yo estoy ente los primeros, me han gustado sus películas desde hace tanto que
ya he perdido la cuenta.
Tengo
que reconocer que no todas me han fascinado, reconozco que ha fallado como
fallan todos, aún los mejores.
Pero ahora tengo por fuerzo que recomendarles “Cafe
Society” porque, por lo menos para mí, este filme, su idea, su substancia, su
puesta en escena, la selección de los intérpretes y su propio sentido como
personajes, nos remite a su mejor cine, a la esencia de su cine.
La
historia es tan sencilla que asombra: Bobby, un jovencito de New York, sueña
con otro tipo de vida que no sea lo común en su familia pobre, y viaja a
Hollywood donde el hermano de su madre es un personaje poderoso; trabaja para
él, se enamora y luego… luego no les vamos a contar la historia, sólo que los
vaivenes de la vida lo castigan. En el Hollywood de los años 30 todo es
resplandor, pero el resplandor de una vida superficial y destructiva. Vuelve
Bobby a N. Y. sólo para comprobar que no importa el lugar, que no importa el
ambiente, que la verdadera felicidad puede estar en cualquier lugar, que su
vida allí también se convierte en pura superficialidad, que la felicidad y el
verdadero amor que buscaba desde un principio es algo tan escurridizo que se
escapa como arena entre los dedos.
Hermosa,
profunda, sentida, “Cafe Society”, magistralmente interpretada no sólo por Jesse Eisenberg, Kristen Stewart
y Steve Carrell sino por todos esos otros que les rodean y conforman.
Traten
de verla en Fine Arts o cuando se estrene fuera de Festival.
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