Esta historia fantasiosa basada en una novela de Ransom Riggs me resultó
casi tan larga como su título y, claro, todos hemos visto alguna vez películas
extensas y nos han gustado, pero, lo que es esta vez, estaba ansioso por que
llegara el final para salir de esa fantasía tal vez simpática pero, por lo
menos a no, extenuante.
Y es que, aunque la historia del personaje central, el niño Jake, puede
figurar en el catálogo de personajes extravagantes de Burton. El hecho de que
su abuelo Abe lo inste a viajar no solamente a otro lugar singular, sino a
través del tiempo, volviendo a lo que fuera la niñez del abuelo y la Srta.
Peregrine y sus niños peculiares, niños que flotan en el aire, que viven
encapuchados, etc., sí es propia de Burton; pero una película de dos horas y 7
minutos no puede ser siempre lo mismo y nos hizo gran falta el chispeante
sentido del humor renegrido que nos ha hecho pasar momentos formidables en sus
cintas anteriores.
Esta historia de Jake en esa isla ignota junto a la Peregrine y los
demás chicos, con todo y la aparición de un villano tan peculiar como ese
Barron que hace Samuel L. Jackson, nos hace pensar que, primero, Jackson anda
en apuros económicos porque acepta todo lo que le ofrecen y ese es un villano
de pipiripau y, segundo, que la creatividad de Burton anda de capa caída.
Amén.
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