La historia que
nos cuenta El Rey de la Habana (rodada en Sto. Domingo, como es
costumbre), se desarrolla a fines de los 90, época dura en una Cuba
casi siempre en crisis.
Y cuenta sobre
ese niño que a raíz de una tragedia familiar va a dar con sus huesos
a la cárcel. Unos años después, se fuga y, en cosa de horas, va
construyendo su fama de Rey gracias, no a su ingenio o a su inteligencia sino,
vaya, a sus atributos sexuales que va dando a conocer del uno al
otro confín.
Si, es una historia interesante que debe
haberle sabido a retama al gobierno cubano.
Ahora bien, dejando a un lado
las excelentes interpretaciones de Maikol David, Lia Chapman y, sobre todo,
de y, sobre todo, de Yordana Airosa, hay algo en este
filme que encontramos por igual en “Conducta”, otra muy buena
película cubana de Ernesto Daranas la tendencia a
magnificar las hazañas del personaje central, el Rey ahora, el niño
en la otra.
Sí
encuentro más que justificado, sobre todo, el simbólico final, si el Rey y los
demás son basura pues en la basura terminan.
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