miércoles, 10 de abril de 2013

Presentación del libro "Una aventura erótica y otros cuentos"


Palabras de Presentación y prólogo del libro



El que tienen en sus manos es el último libro de cuentos que publicará Armando Almánzar Rodríguez, premio nacional de literatura 2012, quien termina aquí casi cincuenta años de dedicación continua al arte de la narración corta. Desde “Limite” su primer libro, titulado así por el cuento del mismo nombre que había sigo ganador en un concurrido concurso cuyo jurado presidía nada menos que  Juan Bosch, hasta el presente. Su obra ha cumplido cabalmente con las expectativas de los lectores en cuanto disfrutar del encanto primigenio de la narrativa, que es la de cautivar y aprehender a los lectores, sustraídos de la cotidianidad, para vivir el mundo maravilloso de la ficción.
El puñado de historias que forman este libro demuestran la madurez y maestría adquiridas por Armando con el paso del tiempo, hilando historias ceñidas, sin ripios, centradas, unas que parecen, sino fuera por la fuerza narrativa y el impacto de sus finales, crónicas de la agobiante realidad que nos rodea, social y física, pues la ciudad de Santo Domingo, metrópoli tercermundista, llena de excesos y carencias, es el trasfondo común a muchas; otras,   surrealistas, salidas del mundo de los sueños,  nos dejan cautivados por el vuelo de su inventiva e imaginación.
Siempre me intrigó la entrega casi exclusiva de Armando a sus dos pasiones artístico-intelectuales: el cine y la ficción, especialmente la narración breve, que han estado presentes a lo largo de su vida. Con una persistencia que no cesa, devora película tras película y escribe cuentos tras cuentos, sin vacilar por un momento en la radical elección de sus dos afanes. En cuanto al primero, a todos nos consta su encantamiento por la sala a obscuras y la pantalla, a las que acudía asiduamente desde niño y que precedió al ejercicio profesional de la crítica.  En lo literario, eligió la historia corta, desde sus primeras creaciones aparecidas al término de la guerra de abril. Por supuesto hubo influencias, los maestros como Chejov, Borges, Cortázar y Rulfo y por supuesto Juan Bosch que se constituyó en esos años en una auténtica revelación para aquella generación recién salida del obscurantismo trujillista. Hay que hacer constar que más adelante incursionó e en la novela, alternativa casi obligada, para la que está particularmente bien dotado, creando además un insólito investigador policial que actúa en nuestro país, algo realmente admirable y novedoso.
En comentarios que me tocó escribir sobre alguno de sus libros anteriormente publicados, creí descubrir los vínculos que ligan al autor a esta doble forma de expresión. Obviamente hay elementos comunes entre el cuento corto, que viene desde la tradición oral y el cine, relativamente reciente como expresión artística. Advertí que la brevedad forzosa de una cinta, guarda relación con la extensión normal de un cuento; ambas se ciñen a una sola historia, sin desviaciones. La intensidad, para mantener el interés, debe lograrse en pocas escenas o en pocas páginas, contrario a las novelas donde el lector suele aceptar baches, largas descripciones y en muchos casos, tramas subalternas. Tras  la aparición del cine a principios del siglo pasado y la consolidación de su propio lenguaje, mediante el montaje, los cortes, saltos en el tiempo y otros medios que le son propios, ha terminado influenciando en el estilo de un sinnúmero de narradores, entre los que se encuentra nuestro autor, que emplean con destreza recursos cinematográficos, que el lector avezado percibe en el modo en que se “monta” o se “encuadra” un determinado momento de la narración.   
Recientemente cayó en mis manos, un texto de Edgar Allan Poe, uno de los padres del género, donde justificaba ante sus críticos  reales o imaginarios, el porqué sólo escribía cuentos cuando de ficción se trataba, decía Poe con supremo acierto a mediados del siglo XIX, que los textos breves en prosa habían de tener cada vez más importancia en la trasmisión de los contenidos culturales; que el lector moderno, apremiado por la prisa, necesita cosas más cortas, en lugar de las voluminosas, Este nuevo lector que Poe anticipó y que todos nosotros conocemos muy bien, no puede dedicarse – son sus palabras- a seguir los vericuetos de historias interminablemente demoradas, que se aplazan mil veces antes de llegar al desenlace, busca, contrariamente, una emoción intensa y abarcable de una sola vez, por lo que la narración perfecta, según él, debe ser una lectura que lleve entre media y dos horas.
Sigo citando a Poe, la novela larga tropieza con serios obstáculos en su tarea de atrapar al lector, como no puede ser leída de una sola vez, se privada de la inmensa fuerza que se deriva de la totalidad. Los sucesos del mundo exterior que intervienen en las pausas de la lectura modifican o contrarrestan, en mayor o menor grado, las impresiones del texto. El cuento, al igual que el cine, que nos tiene cautivos en una sala hasta que termina la exhibición, permite al autor desarrollar plenamente su propósito, sea cual fuere. Durante la hora de lectura, el alma del lector está sometida a la voluntad de aquel y no actuan circunstancias externas o intrínsecas, resultantes de la interrupción o el cansancio.  
Edgar Allan Poe buscó como meta literaria el sometimiento repentino y total del lector, su rapto a otra dimensión donde el escritor es el único demiurgo. No sé si Armando se propuso deliberadamente lo mismo que su genial precursor, o si el acendrado vicio del cine donde entrega sin distracciones dos horas de su mejor atención a la pantalla, influyó subliminalmente en su adhesión sin reservas a la escritura de cuentos  cortos; lo que si podemos afirmar es que como ocurre con él mismo, trata de que el lector ponga entre paréntesis su vida y hasta la realidad del mundo, que entregue su alma para ser dirigido con plena autoridad por el autor. En los cuentos que vas a leer amigo lector, conseguirá apartarte radicalmente de la realidad que te rodea y sumergirte hasta la asfixia en sus historias, por el breve tiempo necesario, como en el cine, para producir el encantamiento, la inefable sensación de sentirnos,  ausentes del mundo cotidiano.
Los cuentos contenidos en el presente volumen, que ojalá que no sea, en desmedro de los que lo leemos, el último que publique, poseen esa notable cualidad, algo así como una hipnosis a través de las palabras, que atrapan inevitablemente la atención del lector, que lo seguirá hasta el punto final, en vilo, mientras recorre, tomado de la diestra mano de Armando Almánzar Rodríguez el ámbito particular de cada una de sus historias.

Alberto Perdomo C.
Febrero 13, 2013
    

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