No podemos salir ahora a decir que salimos extasiados de ver este filme de
Stephen Frears.
Nos gusta, pero no para el desborde del entusiasmo,
No es una comedia, aunque usted, como yo, probablemente se ría
bastante. Porque, a decir verdad, la
vida de esta señora, que realmente existió el siglo pasado, nos divierte pero a
sabiendas de que, por menos que sea, a una persona como esa hay que tenerle
pena.
Florence se casó, quedó con mucho dinero al irse el marido a la porra, pero
el buen señor no sólo le dejó dinero sino también…sífilis, y esa enfermedad, y
más a principios del pasado siglo, era mortal.
Pero ella nunca perdió el ánimo, vivía con St. Clair Binfield, (Hugh Grant) quien fungía
como su esposo, pero que apenas la dejaba en su cama se iba a casa de su novia
real.
Pero el problema real de Florence es que ella, realmente, creía poseer una
voz lírica formidable y, por ello, rentó nada menos que el Carnegie Hall para dar un concierto.
Y ya podrán imaginar su choque con la realidad.
Esa simbiosis de tragedia y comedia nos gusta, pero aún nos gusta más ella,
Meryl, una chica capaz de hacer cualquier personaje y hacerlo bien,
cautivarnos, hacernos sentir lo que ella siente.
Sobre todo por esa razón, que no es poca cosa, la recomendamos a ustedes.
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