Diez
Te lo explicaron desde muchacho: según la Teoría de la
Relatividad, si salieras de aquí en una nave espacial a la velocidad de la luz
y llegaras a Plutón y regresaras en, digamos, cuatro meses, esos cuatro meses
habrían transcurrido para ti, que estabas dentro de la nave, pero para quienes
habían permanecido aquí, en la madre Tierra, habrían pasado… quien sabe,
muchísimos años. ¿Comprendes? ¿No? Pues
no te preocupes, que casi nadie entiende nada pero es así como funciona el
asunto.
Pero ya sabías sobre eso de que el tiempo es relativo
antes de que el hirsuto Einstein te lo dijera.
Es más, sin que le tengan que explicar sobre teorías, todo el que ha
estado enamorado cuando joven lo ha vivido, sentido y experimentado. Y, si no, recuerda cuando apenas disponías de
media hora para estar con la amada de tu corazón lo fugaz de esos minutillos,
lo vertiginoso del paso del tiempo.
Ocho
Y, por el contrario, cuando estabas allí, clavado en
el sillón de dentista o sembrado en el pupitre tomando una prueba de matemáticas,
esos pocos minutos de la realidad se te convertían en una eternidad de
torturas, atado para siempre, como divino castigo, digno de Sísifo o de
Tántalo.
Siete
O, siendo mayor, hombre con responsabilidades que
mantiene una familia, tus horas se estiran y estiran, se sudan, se rascan,
amodorran y sobresaltan, mientras los años de la juventud se escurrieron a
través de tus huesos sin que lo advirtieras, subrepticios, ligeros, ingrávidos,
arena entre los dedos, agua en el colador…
Seis
Y más adelante, ya los amores perdidos, las ilusiones
frustradas, los hijos vagando cada uno por su lado como si nunca hubieran
existido, como si jamás hubieran sido tuyos, las horas en el cuarto de la
pensión te asfixian, te aplastan, no acaban nunca, se apretujan sobre tu cuerpo
ahogándolo con un calor húmero y pegajoso que te hace salir a la calle a
aburrirte de otra manera, a sofocarte entre la gente más solo que nunca.
Cinco
Hasta que decides dejar de mirar sin ver esa granada
de mano que has tenido de adorno sobre tu mesita de noche desde hace más de 25
años, desde aquellos días lentos pero refulgentes de la revolución del ’65,
cuando la encontraste junto a un “Jeep” incendiado, hasta que decides darle
utilidad y sales con ella como única compañera a darte de bocas con el primer
banco que se te pone en el camino y la levanta como triunfal trofeo.
Cuatro
Y esos escasos minutos frente a tantos ojos
aterrorizados son también un tiempo de nunca acabar desbordado de miedo, de
nervios, de temblores, de miradas de reojo, de movimientos furtivos, de
sollozos y desmayos, de chillidos y suspiros, de respiraciones agitadas, de
cámaras de TV enfocándote para granjearte una fama posterior y un predecible
destino.
Tres
Pero nada de eso importa ahora que subes a tu
viejísimo Volkswagen arrojando hace atrás las bolsas repletas de esa enorme
cantidad de dinero tan soñado que no parece real, ahora también va a dar el
asiento trasero tu amiga de mano, ahora su percutor se engancha con saña de
piraña en el malhadado cinturón de seguridad que te antojaste de usar porque
ibas a volar como Mercurio para escapar de Hades.
Dos
Ahora piensas lo que antes nunca te ocupaste ni mucho
menos preocupaste de pensar: ¿Servirá todavía esa tan herrumbrosa, vetusta
granada de mano? Y la Teoría de la Relatividad
te colma de nuevo el cerebro: las fracciones de segundo huyen despavoridas
cuando por fuerza tienes que zafar el cinturón de seguridad, cuando tienes que
salir del auto otra vez para asomarte a una calle salpicada de caras hoscas y
dedos acusadores.
Uno
Cuando empujas hacia adelante el asiento y te asomas a
buscar en el interior del Volks porque vas a perder todo ese dinero y todo es
oscuridad, confusión y bolsas repletas, una fortuna para un sueño de un
instante. Cuando asomas al interior del
auto asomas al borde preciso donde termina la mar océano, al abismo donde
expira todo, donde se extingue el tiempo…
Cero.
Diez es uno de los relatos incluidos en el libro Cuentos en Cortometraje, de la autoría de Armando Almánzar R., publicado en 1993 por Editorial Argumentos, Santo Domingo, República Dominicana.
http://armandoalmanzar.blogspot.com/2012/04/cuentos-en-cortometraje-cuentos-en.html
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